Cuidado con Abinader. El presidente de la República tiene una predilección natural por el dinero y la solución que representa a casi todos los problemas, y más cuando se trata de adherir a su proyecto de reelección a tránsfugas y trashumantes.
Indiscutiblemente que no resulta absurda e irracional la hipótesis de que el PRM y su candidato desean ganar con un 70% de los votos emitidos; en todo caso, para obtener porcentaje tan astronómico es necesario usar los bienes públicos con total irrespeto a las normas y la decencia.
Hay que tener cara. No sé, de verdad, qué haremos con nuestra maltrecha democracia. O sí, si lo sé: ha venido ocurriendo que la política y la democracia han ido degradándose por quienes tienen en sus manos el futuro de la nación cuyo empecinamiento se hace ostensible por el canon de medición utilizado que es el de mostrar que el Presidente es imbatible por el amplio apoyo que recibe, que las elecciones no son más que un trámite, y que pasará lo mismo que el 18 F: altísima abstención y beneficiarnos de ello.
Claro, las encuestas con elevada aprobación han estado guiadas por el mismo interés. Salvo que brote en los días siguientes al debate de los candidatos un movimiento visible de repudio a este frenesí por ganar a cualquier precio, el Gobierno seguirá su agitado procedimiento.
Durante el proceso electoral y ante la inminencia de la consulta el oficialismo ha dejado muy tocada a la oposición, y frente a la tendencia de sus líderes a cierto inmovilismo se complican más las cosas.
Desde luego, es tanto lo que se puede objetar a la disminuida credibilidad del Gobierno: promesas incumplidas, costo de la vida, incapacidad, prevaricación, deuda, delincuencia creciente, tráfico de influencias… un verdadero arsenal para los adversarios, que aunque desunidos, podrían incidir en el votante y provocar un susto electoral que conduzca a la turbación y desasosiego que crea una segunda vuelta electoral.