Los desgarradores casos de niños abusados por adultos en Jarabacoa y Barahona han detonado la alarma por tratarse de síntomas propios de una sociedad enferma.

Hay que estar fuera de sus cabales para que un adulto viole a un niño de dos años hasta causarle la muerte, como ocurrió en Baitoa, Barahona, o para que el padre y un abuelo abusen de una muchacha de 15 años hasta embarazarla.

Al menos la senadora Faride Raful ha tocado el doloroso drama padecido por menores que ha brotado estos días.

A la inquietud provocada por los abusos tanto contmovedores y espantosos se agregan el silencio o la ligereza con que se abordan.

La legisladora ha reaccionado indignada por los distintos casos relacionados con niños que han estado estos días sobre el tapete. Es una realidad frente a la cual no se puede mirar para otro lado, sino que hay que abordarla con la responsabilidad que amerita.

Raful hizo bien en sonar la alarma sobre abusos que describen una patología social.

Los responsables de algunos abusos sexuales y crímenes de niños y niñas tienen todas las características de personas enfermas. Los casos son perturbadores.