Sin hacer caso a las ferias de consumo que se instalan para la ocasión, familia y sociedad están compelidas hoy a rendir tributo al buen padre, quien con divina mezcla de amor, sacrificio y esperanza, labra el porvenir de sus hijos.

La madre posee la gracia divina de la concepción, y representa la sublime imagen de María, en tanto que el padre reproduce el compromiso de José, de proveer con su trabajo y ejemplo garantía de cobijo y seguridad a su mujer y vástagos.

Ninguna sociedad alcanza a tocar la puerta del desarrollo sin el impulso de una paternidad responsable que ayude a consolidar a la familia como primigenia institución vigorosa, en cuyo seno se desarrollen hombres y mujeres formados y forjados libres de traumas y frustraciones.

Estado y Gobierno están obligados a promover y proveer acceso a derechos sociales fundamentales como empleo, educación, salud, vivienda, recreación y seguridad ciudadana, para que el buen hombre cumpla su propósito de convertirse en buen padre.

Escrito está que un padre ejemplar es también un buen hijo, buen esposo, buen amigo, buen ciudadano, por lo que la fecha de hoy es propicia para rendir tributo a quien tributo merece.

Son muchos los padres que hoy recrean su condición del hijo con el abrazo de abnegación a ese adulto mayor que fue alfarero del primer hogar y que hoy cultiva amor y admiración en las inocentes almas de sus nietos.

Los votos de cariño y respeto van dirigidos también a tantos hombres que asumieron el sagrado rol de padres en sustitución de otros que desertaron de tan noble compromiso, o que no pudieron desempeñar ese rol por interrupción de la vida o por cualquier otro designio del destino.

Una familia agradecida festeja hoy con denodado orgullo y gratitud el Día del Padre, celebración que va dirigida de manera exclusiva al buen hombre que cumple cabalmente con su rol de buen progenitor.