Giokonda-Vanessa/Laura-Vanessa II
Terminé citando, el jueves pasado, al padre de Giokonda perdonando a los tres delincuentes que mataron a su inteligente hija embarazada. En su momento igual hizo Juan Ramírez con los dos que asesinaron a Vanessa. Eso es lo correcto, así lo plantea la Biblia, así lo manifestó Gandhi, eso hizo Mandela, el mismo Jesús lo dijo en aquel terrible momento de su crucifixión, y si nos vamos a otros grandes pensadores y todas las citas que circulan en las redes sociales: apuntan hacia ello.
No soy hipócrita, no quiero cumplir con los que entienden que aunque no creamos en eso debemos plantearlo, para quedar bien. Hace unos 14 años escribí, aquí mismo, a propósito de sí a una de mis hijas: Laura y Ana Vanessa la violasen que mi vida giraría, a que los responsables comprobados mueran. Con el correr de los años he adquirido algo de poder social y eso me abre las posibilidades para intentarlo, sin necesidad de recurrir a sicarios.
La sociedad, en franca degeneración, ha ido transformando en delincuentes a los muchachos de entre 13 y 22 años de nuestros barrios y campos, que por distintas razones hoy son parásitos sociales cuya principal opción para ser tomados en cuenta, reconocidos o sentirse importantes es atracar o matar.
A los pocos que acicateados por alguien decente, por el peso de un padre o una madre honesta o por motivos religiosos que le instan a estudiar o trabajar para hacerse hombres o mujeres de bien se sacuden de ese pesado fardo, congratulaciones, pero todo apunta a lo contrario a ser otros “Medio polvo” o “Cloret”, para seguir sesgando las vidas de joyas como las de Giokonda o Vanessa, y quien sabe si la de mis hijas; mientras tanto los responsables de ponerle coto a esto, y garantizarnos una nación más segura, están muy ocupados buscando preservar sus espacios de poder en Mayo próximo, olvidando que por más guardaespaldas, cámaras, alarmas o rejas que pongan ni ellos ni los suyos estarán seguros lo que lamentablemente es “algo más que salud”.