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Asesinar reputaciones

Asesinar reputaciones

José Antonio Aybar

En los últimos años, las redes sociales se han convertido en trincheras desde donde se dispara a mansalva contra reputaciones construidas a lo largo de décadas.

Bajo la falsa premisa de libertad de expresión ha emergido una peligrosa casta digital: los asesinos de reputaciones. Individuos que, sin escrúpulos ni límites éticos, usan las plataformas para difamar, insultar y destruir la imagen pública de otros.

Muchos se hacen llamar “comunicadores”, pero ni el título ni el oficio se adquieren por acumular seguidores o viralizar improperios. Lo que ejercen no es periodismo: es linchamiento digital. Carecen del rigor ético, profesional y legal que exige el verdadero ejercicio responsable. No informan: desinforman. No opinan: manipulan.

Estos falsos referentes no buscan la verdad ni sirven al interés público. Lo suyo es más básico: notoriedad, poder, monetización del morbo. Saben que el escándalo genera clics, vistas, likes e ingresos –al final es lo que buscan-. No dudan en sacar declaraciones de contexto, crear rumores, repetir mentiras y aderezarlas con lenguaje vulgar o provocador. Se alimentan de la destrucción ajena y disfrutan del daño causado.

El problema no es solo el daño personal, profesional y emocional que infligen a sus víctimas. El problema es que, con cada ataque, deterioran aún más el ya frágil tejido del debate público. Banalizan la verdad, normalizan la violencia verbal y convierten el desacuerdo en espectáculo.

Lo más grave es que actúan con una peligrosa sensación de impunidad. Saben que, incluso si son demandados por difamación, injuria o acoso digital, bastará con emitir unas excusas públicas -si acaso- para seguir adelante como si nada. Mientras tanto, el daño queda hecho y muchas veces es irreversible.

Combatir esta plaga no será fácil. Exige una ciudadanía consciente, que sepa identificar cuándo está frente a un comunicador y cuándo frente a un manipulador con micrófono. Y exige también una regulación adecuada, moderna, que defienda el derecho a opinar sin permitir que ese derecho se use como escudo para destruir vidas.

La libertad de expresión es sagrada, pero no puede convertirse en una licencia para matar reputaciones desde un teclado.