La muerte de un agente de la Policía, impactado de un balazo en la cabeza durante manifestaciones en Salcedo, configura otro desenlace trágico de la historia de nunca acabar, consistente en escudarse en legítimos reclamos de la población para generar violencia e intimidación.
El raso Anderson Guzmán, de 28 años, nada tenía que ver con las exigencias de quienes convocaron a esa expresión de irracionalidad porque, como dijo el vocero de la Policía, “estaba haciendo su trabajo para preservar la seguridad ciudadana”.
Desde tiempos inmemoriales, mentados grupos populares convocan a huelgas y paros de actividades con la única campanada del terror y el miedo que se expresa con acciones vandálicas que incluyen uso de armas de fuego, bombas de fabricación casera, incendio de neumáticos y pedreas.
Esas expresiones de violencia y desenfreno se han convertido en citas frecuentes o recurrentes en comunidades como Navarrete, zona sur de Santiago, Licey al Medio, Bonao, Moca, Tenares, Salcedo y San Francisco de Macorís, que bien puede definirse como ruta de desgracias.
Motivos para la protesta pacífica los hay de sobra, como son los reclamos de agua, luz, caminos vecinales, escuelas, arreglos de calles y reducción de precios, entre otras carencias, a las que puede agregarse cualquier otra, aun con tinte político.
Lo que no debería aceptarse bajo ninguna circunstancia es que gente irresponsable y temeraria incurra o incite la violencia con el único propósito de generar caos y la consiguiente estela de muertos y heridos, así como daños a la propiedad pública y privada.
Se pone de ejemplo el llamado a paro convocado en Navarrete, cuya primera acción fue el lanzamiento de una bomba lacrimógena contra la residencia de la alcaldesa de ese municipio, obligada a abandonar su hogar junto a su familia. En una anterior protesta fue colocado un artefacto para que estallara a control remoto en la sede del ayuntamiento, que por suerte no explosionó.
La muerte del raso Guzmán, cuyo salario no alcanzaba los diez mil pesos mensuales, así como los numerosos heridos de bala y piedra durante esas “protestas populares”, deberían ser motivos suficientes para que la propia población proclame ante esos jinetes apocalípticos un estruendoso ¡basta ya!