La brujería es un fenómeno socio-cultural que cautiva a grandes masas humanas en todo el mundo que ve en ella diversas perspectivas, sean estas de beneficencia o maleficencia, puesto que la misma puede ser concebida para provocar daño o para revertirlo, mediante mecanismos como, el exorcismo u otros procedimientos correspondientes al ámbito de la magia blanca.
La brujería alcanzó particular importancia en Europa, durante el período renacentista. En la actualidad, en África esa creencia difunde terribles sentimientos de pánico y muerte (Parrinder,1958, p.5).
La antropología ha puesto especial interés en estas manifestaciones de carácter mágico-religioso que afectan relativamente igual a la sociedad tribal, como a la sociedad industrial y/o digital.
Desde una óptica prejuiciado se le ha concebido como un conjunto de prácticas de carácter primitivo cuyo grado de difusión y acepción es directamente proporcional al grado de desarrollo social y cultural.
Nada más alejado de la verdad, pues las evidencias más irrefutables demuestran que estas creencias no tienen nada que ver con el status que ostenta una sociedad en los órdenes económico, político, social, científico-tecnológico y cultural.
Así, gobernantes y gobernados, científicos e ignorantes, letrados e iletrados manifiestan creencias en divinidades y espíritus u otros tipos de deidades, al margen de la creencia oficial.
Distintos antropólogos sociólogos y filósofos ofrecen algunos conceptos y definiciones ponderables sobre el fenómeno.
Brujo es aquel que en el ejercicio de un poder sobrenatural que se supone posee, ha hecho un pacto con el diablo (idem,1958,p.7)
Hay que distinguir entre brujo, mago y hechicero. Es aquí donde reside la diferencia conceptual de lo planteado por varios teorizantes, al extremo de que hay quienes consideran al brujo un ente benigno, así como al mago, mientras que se considera al hechicero como el ente portador y proveedor, en connivencia con Satanás, del maleficio, propio del ocultismo o prácticas de magia negra.
Según Pennethorne Hughes, la brujería representa el antiguo culto paleolítico de la fertilidad, más la idea mágica y diversas parodias de la religión contemporánea (idem, 1958,p.9).
La doctora Margaret Murray distingue entre brujería operativa y brujería ritual. Para esta autora, la brujería operativa integra los encantamientos y hechizos, sean estos empleados por una bruja profesional o por un cristiano declarado, trátese de intensiones maléficas o benéficas, matar o curar.
Según dicha autora esos encantamientos y hechos son comunes a los distintos países, y naciones y los practican los sacerdotes y la feligresía de todas las religiones.
Evans Pritchard tiene una concepción diferente sobre la brujería. La define como … una ofensa imaginaria, pues es imposible. Una bruja no puede hacer lo que se le atribuye y carece, en verdad, de existencia real. una bruja no cumple rito alguno, no pronuncia encantamiento alguno, no posee medicamento alguno. Un acto de brujería es un acto psíquico. (idem, 1958, p. 11). Sobre las posibilidades operativas y distintivas entre la hechicería y la brujería Evans Pritchard afirma, que mientras el hechicero realiza actos y procedimientos de magia para matar a sus vecinos, (que no necesariamente matará) consigue el odio y el repudio de la sociedad, pues en sus actos malignos prepara pociones con la deliberada finalidad de aniquilar a sus vecinos. Los hechiceros son entes o magos malignos que procuran eliminar a enemigos por medios mágicos o materiales, lo cual los define como antisociales.
El brujo, sin embargo, se sitúa mejor en la difusión de lo psíquico. Por ejemplo d
El prejuicio y estigma sobre las brujas está sustentado en la biblia. tanto los antiguos europeos como los modernos han citado el versículo bíblico no permitirás vivir a una bruja, como justificación de la persecución.
La Dra. Murray supone asociada la brujería a la religión, que sobrevivió como culto a las brujas de una religión ancestral (la de los druídas). El cristiano tardó en eliminarla, y la definió como diabólica.
Las estadísticas sobre sacrificios.
La legislación antigua previno los daños que pudiese inflingir la hechicería a las personas, Teodoro de Canterbury, en el año 690 de nuestra era legisló contra quienes ofrendaban sacrificios a los demonios, provocaban daños a sus semejantes mediante hechizos o hacían adivinaciones mediante actos diabólicos de brujería. Tal infracción era penada con un año de penitencia. En el año 766 Egberto de York, decretó el ayuno para toda mujer que practicara artes mágicas, brujería y los hechizos malignos, y siete años de ayuno si los hechizos eran fatales. (idem, p 17).
Edad media
Durante la Edad Media los inquisidores daban testimonios de que las brujas confesaban culpas que no tenían. Consideraban aquellos sacerdotes que las brujas soñaban hacer las cosas que confesaban, pues aunque daban versiones diferentes, sus cuerpos permanecían dormidos en sus lugares de residencia.