La violencia
Señor director:
Aquí la violencia es espeluznante, nos aterra y acorrala, y muchísimo duele que ni los niños estén exentos de los daños que causa, a pesar de que, por razones obvias, deberían ser bien protegidos. El jueves 31 del mes pasado, el chofer de una patana se detuvo en la calle Josefa Brea esquina Luis Reyes Acosta (15) y con violencia agarró a un niño y lo tiró en el asiento como si fuera una yuca.
Ese infante venía de la escuela parroquial San Gabriel con un hermanito, a quien busca de lunes a viernes. A esa bestia no le valieron los gritos de los niños, que insistentemente le voceaban que no había sido él quien le dio la pedrada, y tampoco hizo caso a quienes les pedíamos que bajara al niño del vehículo.
Los adultos estábamos en shock, por la actitud irracional de ese endemoniado chofer, quien arrancó dispuesto a llevarse por delante a quien se pusiera en su camino, y varias personas con vehículos le cayeron atrás. Un taxista se le atravesó cuando cruzó el puente Duarte y, pistola en mano, lo amenazó con explotarle las gomas si no soltaba al niño.
En eso llegó una patrulla de la Policía y se adueñó del caso, pero los taxistas se fueron para el destacamento y se retiraron cuando llegó la asustada madre del niño.
Según esa bestia, el niño le rompió un vidrio y se lo tenía que pagar, pero los que presenciamos su deleznable accionar con él creemos que su intención era malsana y que no degeneró en tragedia debido a que lo persiguieron. Ese abusador debería estar preso por dañarnos el resto del día a tantas personas y, peor aún, por secuestrar a ese niño. Ojalá no recorra las calles manejando como el que nada hizo.
Es tiempo de que las autoridades judiciales permisivas entiendan que sin sanciones no corrigen los males que, lamentablemente, aquí están desbordados y amenazan con tragarnos.
Es bueno destacar que los niños y adolescentes son el futuro de la patria, y, por ende deberíamos corregirlos sin violencia. Si eso tan elemental los adultos violentos no lo entienden, entonces los que anhelamos paz, adaptémonos a vivir aterrados, en esta selva llena de fieras por doquier y dispuestas a devorarnos.
Atentamente,
Lic. Teresa Gómez
Santo Domingo

