Opinión

Cartas de los lectores

Cartas de los lectores

La tercera fuerza
Señor director:

 

Las fuerzas políticas y sociales que han sido embriones de choques revolucionarios y de cambios sociales en el mundo, están dispersas en la República Dominicana.
El proletario u obrero no pasa de ser un concepto de viejos libros de textos, con folletos en los sobacos de esos viejos izquierdistas hoy retirados u olvidados, que rumian su desfase esperando la revolución triunfante. Los intelectuales, son mercancía de compra y venta, en espera del mejor postor.

La izquierda -por lo menos los que se llamaron de izquierda, sin ser de nada-, quiso -quisieron- llegar al poder excluyendo al proletario, o haciendo una mezcla maldita de lumpenes con proletarios. Se apoyaron en clase-media, estudiantes e ilusos.

Pero no organizaron a los trabajadores, aunque en los doce años de Balaguer se dio un renacer de oro del movimiento sindical dominicano, que se pierdió cuando el accionar político-partidista pesó más que la lucha por el segmento de clase.
Las fuerzas sociales de los que venden el accionar de sus músculos tuvieron su gran incidencia y fortaleza en la taza de oro de la industria azucarera y su área periférica de los muelles. Durante una parte inicial de la era de Trujillo, y al terminar esta, el movimiento obrero blandió fuerzas, pero fundamentalmente en el área azucarera y en los muelles.

Surgió la división, la sobre-valoración de las fuerzas reales, y se esfumó de la noche a la mañana ese movimiento de masas que no pasó de ser silente, y que en algunos casos abonó las calles con los cadáveres de mártires sin nombres y sin recuerdos.

Ahora que se habla de intelectualizados que quieren forjar una tercera fuerza electoral, hay que recomendarles que se quiten el saco y la corbata, o que dejen a un lado la tea incendiaria de las protestas barriales, y organicen a una fuerza dispersa, que puede ser mayoría. Un entorno que tiene demasiado grajo y cabellos sin salón, en contraste para el gusto de ellos. El proletariado y sus secuelas de los chiriperos, los desempleados, los busca-vidas, que solo son de nombres vivenciales y no una lanza para la acción, tienen la fuerza suficiente para ganar un proceso electoral. De hecho, colocan la balanza de un lado cuando venden su voto electoral por una migaja, a favor del mejor comprador.

Para pensar en una tercera fuerza nacional, hay que organizar a esa mayoría silente, que tiene corazón y mente, que se ve en las calles, en las guaguas, en los hospitales, en las cárceles y que noche o día exhibe sus harapos y desverguenzas en el traginar por poder subsistir otras 24 horas.
Atentamente,
Manuel Hernández Villeta

El Nacional

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