Los altos ruidos
Señor director:
En la medida que la delincuencia y la violencia han aumentado, igual lo han hecho los altos ruidos que en sí mismos son violentos e incitadores de ella. Tal es el caso de conductores de vehículos con música muy alta que andan por calles y avenidas repartiendo molestosos, violentos y dañinos ruidos de forma indiscriminada donde les da la gana de hacerlo. Además de violento, resulta provocativo que cualquier desaprensivo e imprudente conductor se pare frente a los hogares a cualquier hora del día o de la noche y cuan un ladrón cualquiera le robe el sueño y toda la tranquilidad a la familia. Se trata de contaminación sónica, con voces y sonidos indecentes vocalizados por personas que en nombre de la música dominicana y extranjera los llaman artistas y a su producción la denominan música.
Estas voces dañinas afectan la salud, incitan la violencia y el sexo irresponsable, promueve el consumo de drogas prohibidas y un mundo ficticio, salvo raras excepciones. Decenas de programas radiales y televisivos se han convertido en deformadores de conducta sobre todo de niños/as y adolescentes en desarrollo físico y mental todavía. Esas interpretaciones toxicas afectan todas las comunidades pobres con incidencia en los colmados convertidos en colmadones, cuyos clientes ocupan las aceras en violación de derechos elementales como el libre tránsito y la seguridad peatonal, agravado con el apoyo que indebidamente les propician los ayuntamientos como es el caso del Distrito Nacional y la vista gorda de Medio Ambiente.
Ese atropello a la familia ha encontrado respuesta en el 9-1-1, que acude al llamado de los munícipes, aunque ha habido protestas aventureras de dueños y administradores de esos negocios que rechazan los operativos de policía y la incautación de bocinas. La PN debe continuar actuando tal como manda la Constitución y las leyes, pues nadie tiene derecho a quitar el sosiego a los demás, son pretextos alcahuetes e inválidos como es la ocupación de espacios públicos para venta y consumo de bebidas alcohólicas, ni desbordar los ruidos aun cuando sea para ganarse todo el dinero del mundo aparentemente lícito.
Las familias deben defenderse de ese mal generalizado que tanto la perjudica. Bien pudieran dejar de comprar en esos negocios que a la vez son colmados y discotecas abiertas. La proliferación de estos negocios se da con la complicidad y/o negligencia del ayuntamiento local, a quien le compete la organización de su territorio y la defensa de sus munícipes.
Atentamente,
Lic. Santiago Martínez