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Casabe de Dajabón: un legado que cruje con historia

Casabe de Dajabón: un legado que cruje con historia

En las cálidas tierras del noroeste dominicano, donde el sol golpea con fuerza y la vida se vive a otro ritmo, el casabe no es solo un alimento: es herencia, cultura y sustento.

En Dajabón, provincia fronteriza con Haití, esta tradicional tortilla de yuca amarga sigue elaborándose con manos expertas, paciencia y respeto por la costumbre.

Una tradición que perdura

El casabe ha estado presente en la mesa dominicana durante siglos, y en Dajabón varias familias han hecho de su preparación una forma de vida transmitida de generación en generación.

“Mi mamá trabajaba preparando casabe, desde que nací estoy en esto. Cuando ella falleció, me quedé haciéndolo”, cuenta Ramón Solís, quien ahora comparte la faena con su esposa e hijos. Para él, el pan ácimo es una herencia que se honra enseñando a la nueva generación: “Así como mi mamá me lo enseñó, yo también se lo tengo que enseñar a mis hijos”.

El casabe ha estado presente en la mesa dominicana durante siglos

De manera similar, José Álvarez también contó a El Nacional que heredó el oficio de su madre. “Siempre estuve con ella haciendo casabe. Ella falleció hace tres años y ahí me independicé”, recuerda.

La yuca amarga: materia prima de oro

El secreto del pan ácimo está en la selección de la yuca amarga, que contiene menos almidón y resulta más adecuada para el proceso. “Si la yuca sabe mal o está pasada, el casabe no sirve”, advierte Ramón.

El pelado de la raíz también guarda su ritual. José explica que no se utiliza cuchillo, sino cuchara, levantando la cáscara poco a poco con movimientos alargados. De allí se obtiene la catibía, masa seca que, una vez retirada la parte amarga de la yuca, se convierte en la base del casabe.

Esa catibía se extiende sobre planchas calientes, que pueden ser de hierro o construidas de manera artesanal con cemento y block. Con destreza, se forman discos grandes y finos que se tuestan hasta quedar crujientes. Una concha de jicotea sirve de utensilio tradicional para voltear la torta en el fogón.

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Identidad y comunidad

El casabe de Dajabón es reconocido en todo el país por su calidad. En mercados de Santo Domingo es común ver paquetes con el sello de esta tierra fronteriza. Su versatilidad lo hace parte de la mesa dominicana en múltiples combinaciones: con aguacate, bacalao, sardinas, cerdo o, simplemente, solo.

Para la esposa de Ramón Solís, más allá del negocio, el casabe es símbolo de continuidad familiar. “Es una tradición que viene desde la abuela, que pasó a la madre de él y ahora él se la deja a sus hijos”.

El casabe no es solo un alimento, es tradición

Aunque el casabe tradicional no lleva condimentos, hoy existen innovaciones como casabe de coco, ajo y hasta de maní, ampliando la oferta sin perder la esencia.

Retos y esperanza

Pese a su importancia cultural, la producción enfrenta desafíos. José Álvarez señala que los jóvenes muestran poco interés en aprender, en parte porque el comercio del casabe no es muy abierto ni ofrece grandes beneficios económicos.

La tortilla de yuca, que puede conservarse de tres a siete meses sin perder frescura, sigue siendo símbolo de resistencia cultural. Mientras haya manos dispuestas a rallar yucas, encender fogones y contar historias alrededor de una torta crujiente, el casabe de Dajabón seguirá siendo, sin duda, el alma crocante del noroeste dominicano.

Un Apunte

El casabe de Dajabón es más que un alimento: es herencia cultural y sustento familiar. Elaborado con yuca amarga y métodos ancestrales heredados, familias como las de Ramón Solís y José Álvarez mantienen viva esta tradición, enseñándola a sus hijos mientras innovan con nuevos sabores. A pesar de los retos y el poco interés de los jóvenes, el casabe sigue siendo símbolo de identidad y orgullo en la frontera.