¡Vaya sospecha!
Las evidencias son tan elocuentes que sobra la sospecha de las autoridades sobre la vinculación con el narcotráfico de los crímenes más tenebrosos que estos días han estremecido a la población.
Si casos como la ejecución de tres personas cuyos cadáveres fueron encontrados en dos bateyes de La Romana no están relacionados con el negocio de las drogas, los autores se han ocupado de etiquetarles el sello que tipifica las operaciones del bajo mundo. Lo saben todos hasta la saciedad.
La ola criminal que se ha cobrado la vida de varias personas es una muestra de que las autoridades tienen que ir más allá de los decomisos de cargamentos en la lucha contra el narcotráfico. Hacía tiempo que no se veía tanta sangre derramada relacionada con el narcotráfico.
En el barrio Simón Bolívar hubo tres muertos en una supuesta disputa entre pandillas. Entre las víctimas hubo uno que simplemente compraba un chimi cuando quedó atrapado en medio de la balacera.
La muerte del coronel Daniel Ramos Álvarez, que las propias autoridades atribuyen al narcotráfico, es la mejor referencia de la dimensión alcanzada por el negocio de las drogas.