La intervención de varias comunidades de Barahona por parte de Salud Pública, luego de que algunas personas fallecieran con síntomas de cólera, demuestra que esta isla no tiene suerte, pues las desgracias las persiguen sin dar tregua, y cuando no es de adentro que se genera una situación de grandes infortunios, entonces son los que vienen de fuera, e imitando heraldos de las adversidades, colocan al país y a Haití en el abismo y la muerte.

Qué vergüenza y maldición la de ambas naciones, pues quien dizque invade el territorio para salvar vidas e imponer el orden, hace todo lo contrario.

Dentro de la crisis por la que deambula la diplomacia a escala mundial, las tropas de la ONU (MINUSTAH) les han dado una estocada mortal a los dos países con la terrible enfermedad del cólera, que ya ha asesinado a decenas de miles en Haití, y comienza su cabalgata sanguinaria matando gente en las provincias fronterizas nuestras.

Los cascos azules de la ONU se tiñeron de rojo cuando contaminaron de cólera uno de los principales afluentes de ambos pueblos, defecando en el río Artibonito. Y hoy, tristes y sin respuestas que nos libere de esa endemoniada peste que asesina a parte de la población más humilde, vemos cómo el organismo internacional guarda un silencio sepulcral ante esta penosa realidad.

La magnitud de los daños ocasionados por el cólera aquí y allá sugiere una millonaria indemnización que mitigue los grandes infortunios originados por esta abominable epidemia.

Por esta situación es que resulta indignante y preocupante que tanto el secretario general de la ONU Antonio Guterres, el presidente Luis Abinader, el ministro haitiano Ariel Henry, y el inefable jefe del MIREX Roberto Álvarez patrocinen otra intervención militar en la empobrecida nación del occidente de la isla.