Editorial Opinión

Como el bambú

Como el bambú

La más socorrida versión sobre el significado de democracia, acepción que proviene de la composición griega “demos” (pueblo) y “kratos” (poder), sería “el gobierno del pueblo, que se ejerce mediante mecanismos legítimos de participación y consentimiento ciudadano».

En el sistema democrático es la población adulta a través del voto universal, libre y secreto, la que elige a sus representantes para llevar a cabo funciones del gobierno, pero también los ciudadanos tienen derecho a reclamar, objetar, proponer, condenar o respaldar libremente iniciativas de sus gobernantes.

El golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Juan Bosch, en 1963, fue causa del estallido de la Revolución de Abril de 1965, con saldo de miles de muertos y de la división de la sociedad. A partir de junio de 1966, aquí se celebran elecciones cada cuatro años, aun con un ejercicio democrático diezmado.

Desde 1978, cuando sobrevino una crisis política por fallidos intentos de impedir la ascensión al Poder del presidente electo Antonio Guzmán, la democracia reinició su caminar todavía en incertidumbre, con crisis institucionales en los comicios de 1990 y 1994, el último de las cuales motivó un recorte del período de gobierno y la convocatoria adelantada a elecciones.

Al día de hoy, la democracia dominicana luce vigorosa, con instituciones estables, incluida una Constitución Política definida como de última generación, con Suprema Corte, Tribunal Constitucional y Ministerio Público que se proclaman independientes de los otros poderes del Estado.

Por sus múltiples falencias, la democracia dominicana suele ser comparada con el bambú o el bejuco, tallos que crecen erguidos, “pero con el estómago vacío”, porque ese sistema político no ha podido en 56 años de vigencia ininterrumpida garantizar justicia, equidad y redistribución del ingreso.

República Dominicana vive hoy un momento de excepción por el peligro que para su soberanía entraña la crisis de Haití, su enlace con una previsible intervención militar, y el conflicto generado por la construcción ilegal en el lado haitiano de un canal de riego sobre el rio Masacre.

El liderazgo político debería hoy entender que, aunque rígida y vigorosa, la democracia nacional aun no cumple con los anhelos del pueblo dominicano de ejercer plenamente su derecho al trabajo, salud, educación, vivienda, seguridad ciudadana, transporte, libertad de prensa, expresión, tránsito, disfrute de la tecnología, en fin, una sociedad basada en la igualdad, libre de prejuicios políticos, sociales o étnicos.

El Nacional

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