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Compra en la calle

Compra en la calle

Eduardo Álvarez

Detente a comprar piña, mango, guineo, naranja o mandarina. Cualquier fruta fresca de nuestros campos. Quipes, pastelitos, dulce, batata asada, torta de maíz de la señora que encuentras a tus pasos.
Ella, que te ofrece sus ricas recetas caceras, también tiene hijos y nietos que educar, alimentar y vestir.

Hacerlo cada día es, además de saludable, bueno para la economía personal y familiar. La nacional, de paso.
Las actividades de compra y venta democratizan y propenden a crear un mercado horizontal cuya justa distribución contribuyen a su dinamización y a una desconcentración del capital.

Esto explica la eficacia y el notable aporte de pequeñas y medianas empresas a la economía de un país.
Mientas más grande y desarrollada, más valora y hace provecho de las enorme contribución de quioscos, pulperías y talleres domésticos al emprendimiento industrial y comercial.

Puedes encontrar el carácter primordial de la iniciativa individual y familiar en su sostenibilidad y permanencia. Así como en el sentido de pertenencia o territorialidad que despierta tanto en quienes compran como en quienes venden.
En las calle, el barrio, los negocios, escuelas, clubes, esto es la ruta cotidiana de la casa al trabajo y viceversa, tienes parte de tu vida. Tu mundo.

El simple ejercicio de asomarte a escaparates, entrar al lugar, comprar, saludar o asombrarte con las novedades que encuentras, también te ayuda a ver la bondad que hay en cada persona. Y en ti.

Trayecto en el que también gana espacio el accionar social y político con los que te has comprometido, como ciudadano e integrante de una comunidad que demanda tus aportes de una sociedad productiva. Así, es una de sus exigencias puedes encontrar tu vocación para diseñar, fabricar o vender. En fin, crear.