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Convergencia

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Efraim Castillo

Sobre mecenas

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(Cuando dirigía el suplemento Cultura del diario El Siglo (1998-2001), Diógenes Céspedes me entrevistó sobre una actividad neoplatónica que, debido al marketing de los patrocinios, se extingue en el mundo: el mecenazgo).

Diógenes Céspedes: Castillo, mucho se ha hablado sobre los mecenas y los mecenazgos, así como de su importancia en la historia del arte y la literatura. ¿Cómo ves tú ese fenómeno?.

Efraim Castillo: Las palabras mecenas y mecenazgo —que se traducen como persona protectora de artistas y escritores y la cualidad que implica su praxis— no existieran como tales si el descendiente de etruscos, Cayo Cilnio Mecenas, cuyo patronímico les dio origen, no hubiese conocido la filosofía platónica cuando realizaba estudios en Grecia junto a Augusto, que más tarde se convirtió en emperador romano.

Aspirante sempiterno a convertirse en poeta, pero sin el suficiente talento para ello, Cayo Cilnio Mecenas tuvo que conformarse con la práctica de un platonismo en que la contemplación de lo eterno, sin excluir la intuición intelectual, adquiría un derecho de entrada hacia la investigación de la verdad, de lo que se cree auténticamente verdadero en el mundo inteligible, opuesto en principio a lo sensible y que, desbordando la razón, da cuenta del mismo mediante las ideas y las esencias.

Es este platonismo (al que también se adscribe el emperador Augusto) el que influyó en Cayo Cilnio Mecenas para convertirse en su consejero, guiándolo hacia la protección y patrocinio de las actividades literarias de los poetas Sexto Propercio, Virgilio y Horacio, concediendo a Roma no sólo un extraordinario parentesco de su épica con la griega, sino plasmando en la historia de la literatura una conexión poética que se extendió hasta el Renacimiento.

Este platonismo se habría de convertir en el neoplatonismo cuando la noción del Bien (adscrita en la filosofía de Platón) se fundió con la idea pitagórica del Uno, acoplándose ambas corrientes en una búsqueda constante de la perfección y la realidad.

El neoplatonismo, siglos más tarde, se apoderaría de la Edad Media a través de San Agustín, arribando al Renacimiento y aposentándose, nada más y nada menos que en Lorenzo de Médicis, aspirante de por vida a convertirse en filósofo y poeta y que, desde luego, entraría a la posteridad, no por ser el amo y señor de la banca florentina, sino por la protección que ejerció sobre todo aquel que buscaba la perfección y la realidad (principios netamente neoplatónicos), a través del arte y la literatura.

Los casos de Cayo Cilnio Mecenas y Lorenzo de Médicis son casi gemelos, a excepción de que el primero practicaba su contemplación individual del mundo desde una plataforma imperial, y el segundo desde la estructura de una urbe, Florencia. Pero son muy similares, casi idénticos, si se realiza algún esfuerzo investigativo en los aspectos fundamentales de sus aspiraciones a convertirse en poetas y filósofos.

Por: Efraim Castillo
efraimcastillo@gmail.com

El Nacional

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