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Convergencia: Aquel primer curso

Convergencia: Aquel primer curso

Efraim Castillo

Efraim Castillo
efraimcastillo@gmail.com

Cuando organicé mi primer curso de publicidad en 1968, invité a participar en él a un valioso grupo de jóvenes en los que había observado grandes cualidades de talento y empatía. Todos, de una forma u otra, laboraban en actividades ligadas a las ventas, la creatividad y la comunicación, o pertenecían a movimientos estéticos y musicales, como Ángel  Miolán [Macho] y Danny León Pichardo, que comenzaban sus carreras como compositores, explorando en ese campo sus vidas futuras. O como Freddy Ortiz, un talentoso pimentelense que improvisaba formidables discursos desde los micrófonos de Radio Guarachita y creaba dinámicos titulares publicitarios desde la naciente agencia Bergés-Peña, S.A., donde laboraba como freelancer. O como Luis Miguel Gerardino, un joven ilustrador que ya ostentaba el cargo de director de arte en Young and Rubicam Damaris y había trabajado exitosamente en Publicitaria Badillo de Puerto Rico. O como René Fiallo, que componía canciones acompañado de su guitarra. O como mi socio William Vargas Pichardo, que buscaba la perfección en las ventas de anuncios a través de las nuevas técnicas del marketing.

En ese valioso grupo estaba Juan Dorrejo, que era jefe de ventas de la firma santiaguense Augusto Espaillat Sucesores, fabricante de las camisas Bazar, y quien conocía la importancia de la publicidad en la antropología social. Estaban, además, mi querido primo Alfonso Conde Polanco, que regresaba cargado de ideas del Instituto Tecnológico de Monterrey, pero que no conocía la plaza nacional, y también Francisco Micheli, que pertenecía al staff de relaciones públicas de la Gulf+Western, y viajaba cada día desde La Romana con una mochila cargada de sueños y anhelos de perfeccionarse en la comunicación publicitaria.

Con aquel pequeño grupo lancé mis cursos y talleres de publicidad, los primeros que se ofrecieron en el país y de los cuales me sentí sumamente orgulloso [como aún me siento hoy], porque esos jóvenes y los demás que acudieron a los siguientes cursos y talleres abrazaron la publicidad como sus carreras de vida, como sus ocupaciones fundamentales. Pero aquel curso [y los demás que dicté a finales de ese decenio] no hubiese sido posible sin la contribución indiscutible de los hombres y mujeres que, a partir de los años cuarenta del siglo pasado, sembraron la huella de una disciplina que en la actualidad estudian miles de dominicanos en las universidades del país.

Por eso, los nombres de Miguel Peguero [Ph], Homero León Díaz, Bruno Veram, Ramón Oviedo, Gilberto Rivera Torres, Máximo Martí [Papadiós], Roberto Ricart, Frank Gómez, Juan Llibre, Vicente Linares, Anthony León [Cuquín], Rafael Yépez Alvear, Manuel García Vásquez, Emilia Garro, y aquellos que, como Alfredo Bergés, Damaris Defilló, Bernardo Bergés, Brinio Díaz, Ramoncito Díaz, René del Risco Bermúdez, Iván García, Miguel Alfonseca, Rafael Vásquez, Rafael Añez Bergés y muchos otros, son partícipes fundamentales de esta maravillosa historia; una historia que ha brindado a la dinámica estructural del mercado cientos de agencias publicitarias con magníficos y exitosos profesionales, cuyos talentos, que no quepa duda, pueden equipararse a los mejores del mundo.

El Nacional

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