Reportajes

Corrupción y sociedad: Uso de la medicina para burlar la responsabilidad penal

Corrupción y sociedad: Uso de la medicina para burlar la responsabilidad penal

El cambio de los tiempos es digno no sólo de impecables conjeturas de la física sino de admirables y puntuales estrategias políticas.

Ha venido a resultar que enfermarse no consiste ya en presentar una sintomatología de riesgo.

Ahora se puede aplicar a los procedimientos de la medicina y a los rendimientos de la política.

Ya la   medicina podrá incluir esta variante en su programa de estudios.

Ahora la cuestión salud es un medio eficaz para la evasión de responsabilidades.

Pero como no todo el mundo es tocado por el privilegio del certificado elaborado a tiempo, hay miles de ciudadanos que guardan prisión preventiva, prevención que ya dura años injusta e ilegalmente.

Usted es, por ejemplo, un funcionario   cuya  gestión está forzosamente por terminar.

Viene de pronto, con sagacidad y premura y se enferma oficiosamente.

Puede que ande,  por ejemplo, una auditoría comprometedora de su gestión sonando por ahí.

Si usted es hábil y diestro no va a tener que rendir cuentas porque, certificado médico en mano, podrá demostrar que su delicado estado de salud no se lo permite para nada.

Asimismo y de un oportuno plumazo mata dos pájaros de un tiro porque la jugada maestra le evitará un carcelazo eficaz decidido por la autoridad competente.

A eso se llama tener sentido de la oportunidad e iniciativa.

Y no es desde ahora que problemas como la súbita elevación de la presión arterial, llamada en los círculos científicos cobardis síndrome urdimbris, que conlleva internamiento prolongado y todo sino que se ha convertido en el argumento mejor maquillado para evadir y para burlar a la justicia ordinaria.

Enfermarse de pronto no es andar mal de salud sino de la imaginación misma al recordar que estar presos en una cárcel dominicana, aún aquellas que resultan en una verdadera suite con vinos españoles excelsos y buen whiskie y jamones con curación certificada, no resuelve el problema fundamental de la libertad.

Aunque, después de todo, ahora está preso quien quiera estarlo. También se puede apelar a un intercambio de disparos.

Para ello basta vestirse de lo que andan vestidos millones de dominicanos de pordioseros y en seguida la eficacia policial se interpone y logra el cometido trazado.

Basta que le huela a cárcel y usted se aloja en un centro médico, acreditado o no, a los efectos de mostrar síntomas de histeria o alguno que otro síndrome de desalojo rápido, llamado también diarrea.

Puede asimismo resultar que no sea usted el principal beneficiario de los bienes de los que se sospecha fueron mal habidos sino su marido.

Ahí lo que hay es una complicación que los abogados, el tribunal, el jurado, si lo hay, y los diferentes jueces por los que pasará el expediente en su contra, deberán dilucidar en agotadoras jornadas palabreras.

Y mientras, la gente jurará en las calles que no terminará pasando nada.

Como en el caso de un tal Agosto, amancebado con una entristecida mujer salida de la zona rural.

Ahí no se esperan grandes maromas judiciales.

Con el enfriamiento de los acontecimientos, la llegada de uno que otro ciclón o un acontecimiento internacional trascendente cubren todo el despropósito de un hielo antártico y jamás se vuelve a hablar de eso hasta la próxima vuelta de página.

Se trata de cuestiones propias de un estado donde todo se acuesta con apariencia de estar organizado y amanece revuelto.

Es el cambalache que cantara admirablemente Gardel en el que cualquiera es un señor y cualquiera es un ladrón y da lo mismo ser derecho que traidor, envueltos todos en un merengue bien tocado por la orquesta de ocasión.

Para todo se necesita tener una carta debajo de la manga, incluso para la evitación de un repentino carcelazo que no se esperaba hace justamente ¿cuánto tiempo?

Unos cuantos meses en los que todo era reir, amasar estrategias, distribuir recursos y soñar hasta con una probable presidencia o vicepresidencia de la República negociada al calor de una dura campaña pre electoral.

Impunidad inteligente

 De manera hábil, ya es práctica común de muchos políticos que ejercen  funciones en el Estado, iniciar un proceso de visitas médicas y procurarse certificados de graves afecciones, especialmente cardíacas, para granjearse la impunidad por sus actos.

El Nacional

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