Para nadie es un secreto que el gobernante Partido Revolucionario Moderno (PRM) ganará de manera abrumadora las venideras elecciones de mayo. Un muy feo papel mediático hacen aquellas firmas encuestadoras que dan por debajo del 56 por ciento el triunfo de Luis Abinader en primera vuelta, más bien entendemos, que el triunfo del oficialismo se encuentra dentro de la ruta de rebasar ese porcentaje.
El barco oficialista está lleno, muy lleno; tanto así, que si no se sabe «acotejar» la carga luego de las elecciones venideras, ese partido podría tener serios problemas para continuar su ruta hacia el 28.
El crecimiento del PRM es algo sobre lo que sus principales dirigentes tendrán que abocarse para un profundo análisis.
Si son inteligentes, (como entiendo que son), tendrán que diseñar estrategias para poder soportar las posibles dificultades en las que se podrían encontrar si no saben manejar con una fina y delicada inteligencia política, esa gran masa que sin ideología hacia esta entidad están llegando.
Muchos de los que llegan, los cuales en su gran mayoría y con ambiciones de poder, también trabajarán en lo adelante para buscar sus espacios.
Estos, tanto a lo interno (entiéndase posiciones institucionales) como a lo externo (las aspiraciones a cargos electivos y/o en el gobierno mismo), serán en lo adelante posibles piedras de tropiezos para la paz interna de esa organización.
Las diferentes parcelas de poder que a lo interno del PRM orbitan, todavía actúan con cierta timidez. Los demonios no han mostrado sus cachos. La magia envolvente del amplio liderazgo del Presidente opaca hasta el momento cualquier intento de conato.
Ese partido, con toda la autoridad que tiene, debe sentarse y analizar su futuro de cara al crecimiento descomunal que sin ningún tipo de control está teniendo, y eso, es muy, pero muy peligroso cuando de poder se trata.