En la región se ha comprobado una vez más la incidencia de las crisis económicas en la impopularidad y la caída de los Gobiernos. No importa que los gobernantes se administren por el librito (que tampoco es lo que ocurre) ni que los factores que provocan las penurias sean externos o naturales. Todo comienza a descomponerse, a tal punto que lo que antes se aplaudía o ignoraba se convierte en causa de crítica en la medida que la incertidumbre se propaga como una nube negra por todo el horizonte. Los ejemplos abundan, pero el más reciente es el caso de Venezuela, donde al presidente Nicolás Maduro ya nada le luce ni le sale bien.
Desde que los precios del petróleo comenzaron a desplomarse en los mercados internacionales en esa misma medida se inició el desplome del locuaz Maduro, porque la escasez y la carestía de artículos que estaban al alcance de la mano no se hicieron esperar. En la abundancia de las vacas gordas a nadie parecía importarle que Venezuela relegara su aparato productivo, porque había dinero para comprar sin necesidad de producir lo que se necesitaba. Hasta que llegó la crisis, Petrocaribe, el programa concebido por Hugo Chávez para subsidiar el petróleo a varios países de la región, era aceptado como un gesto solidario.
Quienes se oponían o alertaban sobre las consecuencias del modelo económico venezolano eran descalificados o acusados de agentes del imperialismo norteamericano, que para Chávez y luego para Maduro era el único gran responsable de la corrupción política que impidió a la nación dar el gran salto al desarrollo. Pero la realidad ha indicado que las causas de las crisis, en la inmensa mayoría de los casos, son internas y no externas. Los gobernantes venezolanos pensaron más en un liderazgo personal y regional que en el futuro del país, porque jamás imaginaron que el petróleo, que llegó a alcanzar los 147 dólares el barril, podría desplomarse a menos de 40.
Aguijoneados por la crisis los venezolanos, en la primera oportunidad, se viraron. Primero les dieron el triunfo a la variopinta fuerzas opositoras en las elecciones parlamentarias y ahora han acudido en masa a respaldar con sus firmas la convocatoria de un referendo para defenestrar al actual mandatario. En los primeros días la gente, impulsada por la crisis que ha encarecido los alimentos, respondió con un asombroso entusiasmo. El pueblo que disfrutó la bonanza del chavismo hoy sufre las penurias de la crisis generada por la caída de los precios del petróleo.
Las consecuencias las ha pagado Maduro, pero hubiera sido lo mismo si el poder lo detentara Hugo Chávez, porque las crisis que devienen después de períodos de bienestar tienen en común que no perdonan.