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De mestizos, mulatos, negros y ‘saltapatrás’

De mestizos, mulatos, negros y  ‘saltapatrás’

España, ni pidiendo perdón de rodillas y con los brazos abiertos, pagaría todo el daño que causó el período de opresión y sumisión de más de tres siglos en que devino la Conquista en América.

Tan grande fue el avasallamiento que produjo una división de castas (no de razas), comparado tan sólo con el sistema de explotación y oprobios que desde el inicio de la colonización prevaleció en las “Indias” occidentales.

El sistema de castas establecido puso en evidencia claramente que los conquistadores no vinieron a América a trabajar, sino a esclavizar y a hacerse ricos impunemente, y a como diera lugar, a costa de quienes habitaban estos territorios, como lo plantea Federico Navarrete, catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuando sostiene que: “Los españoles conquistadores no vinieron a trabajar; vinieron a que los indios y los negros trabajaran para ellos».

En realidad, fue un régimen implantado con dureza en todas las posesiones, el cual tuvo una marcada práctica de división de clases, a saber:
Blancos, españoles peninsulares o nacidos en América.
Aborígenes, originarios de América.
Negros, esclavos traídos de África.

De esos tres grupos básicos o castas tuvo su origen una muy particular clasificación de las personas a partir de su linaje, lo que les permitió a las personas establecer quiénes eran sus progenitores y cuál era el papel que jugaban en esa novedosa sociedad, y que a su vez produjo una curiosa relación de más de una decena de combinaciones e innumerables denominaciones, entre ellas: de español y española nacido en América, criollo; de español y aborigen, mestizo; de español y mestiza, castizo; de español y negra, mulato; de español y morisco, albino; y de indios y barcina, zambo.

En consecuencia, el “saltapatrás” era la mezcla de lo mestizo o mulato con el negro, aunque el sistema era muy vulnerable: frecuentemente se denunciaban manipulaciones o alteraciones en los registros civiles o las inscripciones de partidas de bautismo en las iglesias, porque se buscaba que un hijo fuera asentado en el libro como blanco para que tuviera un estatus más alto que los demás, para lo cual se sobornaba al cura o se conseguía un padrino español.

Los indígenas, por ser mayoría, siempre fueron la gran base poblacional de América y, en ese sentido, constituían la base del sistema económico, principalmente en Nueva España (México) y Perú, mientras los blancos ocupaban los puestos privilegiados de la estructura política y económica.

Esa imposición política, obviamente, representó un sistema de esclavitud y los indios que no estaban sometidos al régimen eran obligados a pagar un tributo a la corona. Los esclavos solo vivían para trabajar.

Los mestizos, en cambio, estaban en posiciones intermedias: no tenían que pagar el tributo de los indios, ni eran esclavos como los negros, pero tampoco tenían los mismos privilegios de los españoles.
En realidad, también eran unos “saltapatras”…

España creó de esa manera una medieval sociedad basada en la segregación más absoluta. Si una persona era blanca o nacida de padres blancos era “superior” al nativo o descendiente de nativos o de negros.

Esa división de castas, si bien no era propiamente una división de razas, creó las bases para que en el Nuevo Mundo sus habitantes se distinguieran por el tipo de linaje y no por abolengo social.

En La Española (República Dominicana y Haití), como primer asentamiento de la Conquista, obviamente que acá fue donde se estableció el “laboratorio” de América para implantar el sistema de castas o de linaje.

De ahí que a partir de la creación misma de la República, en 1844, (y no se vaya ahora a echar para atrás) la mayoría de los dominicanos seamos una mezcla variopinta de criollos, mestizos, negros y mulatos, venidos todos a parar en “saltapatrás”.
El autor es periodista y ensayista.

El Nacional

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