El deseo de prosperidad es consustancial a la condición humana. Normalmente este deseo casi siempre se piensa a nivel personal y familiar, pero también hay que elevar ruegos por la prosperidad de la Nación dominicana, la que debería marca el ritmo de todas las demás.
Es importante la prosperidad macroeconómica, expresada no solo en la suntuosidad de las torres y los residenciales, sino en el progreso palpable de la ciudadanía, bajo el esquema de la igualdad de oportunidades en este 2019.
Sin embargo, no hay que perder de vista que, al perseguir solamente la prosperidad material e individual, se estaría en terreno arenoso sino se atienden otros problemas que pueden dar al traste con el progreso individual que procuramos.
Se trata también de prosperar en soluciones para problemas sociopolíticos esenciales como lo es el migratorio, encarnado en la excesiva migración haitiana, principal escollo para el progreso como nación. Si se piensa en lo que significa la excesiva migración haitiana en República Dominicana, no se puede ir muy lejos para entender que se está bajo amenaza.
Somos un país ocupado, invadido por millones de nacionales haitianos, de tal modo que, en algunas localidades, parecen ser de una cantidad mayor que la del país ocupado.
Ellos actúan empoderados por la complicidad local y el apoyo internacional, pero con una alta disposición ciudadana, y del presidente, se puede alcanzar, para este año 2019, algunos avances en la desocupación del territorio de todas las personas ilegales. Esta sería una expresión de prosperidad para el país.
La haitiana es un a migración voraz, que arrasa con todo a su paso.
Es suplantadora de todos los servicios esenciales: salud, ginecoobstetricia, aulas escolares, agua, electricidad, empleos formales e informales. También hay que darles documentos. Como si no fuera suficiente, la criminalidad en esta migración no pasa desapercibida.