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Desprotección y violencia de género

Desprotección y violencia de género

Susi Pola

La referencia de múltiples casos de Violencia Contra las Mujeres y Niñas en nuestro país, cuyas cifras trágicas siguen en aumento, hace pensar en la gran desprotección a las víctimas, no solo por el sistema de atención establecido, también, por la sociedad entera.

El reciente caso de una víctima de 19 años que, en este momento se encuentra en riesgo alto de vida, abarca esta realidad de total vulnerabilidad desde su entorno hasta todo el andamiaje estructurado oficialmente para atenderla.

Esta jovencita que bien puede llamarse Maria, a los 16 años y a través de un amigo común, empezó a comunicarse con su agresor -un adulto de 30 años, sargento de la Policía Nacional– por videollamada, y luego, él la visitaba en su casa, conociendo a la madre de la víctima y a su pareja.

Él, se llevó María y la mantuvo secuestrada cinco días, violándola, embarazándola, golpeándola al punto de abortar, volviendo a embarazarla y manteniéndola encerrada, en un ciclo de permanente tortura.

Para la madre y su pareja eran “relaciones sentimentales”, limitándose a “aconsejar a la menor”.

El padre biológico de la víctima, se mostró en desacuerdo total de la relación, pero un tiempo después habló con él agresor para pedirle que “cuidara de su hija”.

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A los 17 años, con una hijita fruto de toda esta anormalidad criminal, monitoreada por personas adultas que regularizaron la situación, empieza el periplo de Maria en el sistema de atención. Y es revictimada una y otra vez por personas adultas que forman parte de una cultura implacable con las niñas y mujeres que se atreven a exponer su suplicio a la experticia machista.

Y el entorno, también atenta contra su integridad y su dignidad. Para su padre y su madre, lo importante es que “mantenga su pareja” y a pesar de que la jovencita hoy quiere escapar de la tremenda realidad, no le permiten más que seguir sufriendo, aconsejándola, negándole las posibilidades que le da el sistema -como ir a Casa de Acogida- mientras “negocian” con el agresor.

La realidad de María, hoy escondida huyendo del agresor que la amenazó cien veces de muerte, es la de un gran porcentaje de niñas y adolescentes que, cuando no mueren desdichada y funestamente, llegan a adultas en un trauma permanente, vulnerables y muertas en vida.

No es solo el sistema. Hay una complicidad socio cultural con el imaginario del agresor en la familia, el padre, la madre, el vecindario y la sociedad, que mata impunemente.