Al margen de los auspiciosos golpes propinados al narcotráfico bajo la actual gestión, los sucesivos decomisos de cargamentos de cocaína en puertos, alta mar y en plena calle deben constituir un toque de atención sobre el incesante flujo de la sustancia.
En ninguna otra gestión de la DNCD se había confiscado tanta droga narcótica como en la que preside el almirante José Manuel Cabrera Ulloa.
En ese sentido se puede, con propiedad, hablar de éxito en la lucha contra el trasiego de drogas.
La gran inquietud radica en que, pese a los golpes, los narcotraficantes no acaban de replegarse. Lejos de un simple desafío, esa persistencia traduce que el narco cuenta con una poderosa estructura para efectuar sus operaciones.
Es posible que cada cargamento confiscado no sea más que un sacrificio para colar otros más grandes. Nada se puede descartar en un negocio que mueve tantos recursos.
La DNCD y los servicios de inteligencia tienen que profundizar más en las investigaciones dentro y fuera de las entidades que tienen que ver con la lucha contra las drogas y la seguridad del territorio.
Es muy suspicaz la lluvia de sustancias narcóticas que inunda el país a pesar de los sucesivos decomisos.
