El ministro de Educación, Roberto Fulcar, ha quedado mal con el masivo rechazo a su llamado a reiniciar la docencia presencial ayer martes. Los planteles estaban desiertos no solo por la inasistencia de profesores, que acordaron no impartir clases, sino de estudiantes.
No sin jactancia, Fulcar había garantizado que todo estaba listo para comenzar las clases, pero para su sorpresa su llamado no fue acatado por los docentes. No valió que el Colegio Médico Dominicano, Educa, asociaciones de padres y otras entidades favorecieran la reanudación de la docencia.
A la hora de la verdad se impuso el llamado de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) de no reiniciar, por las condiciones sanitarias, la docencia en las escuelas públicas. Hasta en el sector privado la asistencia no pasó de la media a causa de la propagación del coronavirus.
Fulcar no escuchó a todos los sectores ni evaluó el efecto psicológico de la covid en una población en que prima el pánico por el incremento de los contagios. Y si por casualidad quiso dar una demostración de liderazgo, entonces perdió una apuesta a la que no dejará de atribuirse sus componentes políticos.