Enfermedades ambientales y clima
Algunos investigadores han denominado al cambio climático como la más grande amenaza sanitaria que el mundo jamás ha enfrentado. Y tienen razón: es ahora una verdad irrefutable que la salud del planeta está vinculada a la salud de sus pueblos. A medida que el mundo se calienta, los ecosistemas luchan para hacer frente a los rápidos cambios ecológicos.
El calentamiento global ya ha provocado cambios climáticos —desde inundaciones y tormentas hasta olas de calor y sequías— que están añadiendo una pesada carga sobre la salud de las personas en todo el mundo. Mientras tanto, los pobres del mundo, que soportan la mayor carga de las enfermedades, solo pueden esperar que las tasas de los problemas de salud se disparen.
Este incremento provendrá, de una parte, de los cambios en la dinámica de la población, debido a que la gente huye de las costas inundadas o de los desiertos ardientes hacia zonas más habitables. El aumento en las enfermedades transmitidas por insectos, como mosquitos o garrapatas, podría ser un factor clave. El clima influye sobre esos ‘vectores’ de muchas maneras, desde el control de la duración de su ciclo de vida hasta sus condiciones de reproducción. Si analizamos algunos virus como el del zika, la cantidad de enfermedades asociadas al mismo alarman a la ciencia cada día.
Pero de dónde viene ese proceso de enfermedad, de las variaciones climáticas que se han estado produciendo en el mundo, cambios de temperaturas que alteran los hábitats naturales de los insectos y estos tienen que ir adecuando sus organismos a los cambios para subsistir: igual que nosotros cuando hace frío nos abrigamos, o cuando hace calor nos mojamos, eso mismo hacen los animales para adecuarse a situaciones extremas, el que no logra perece irremediablemente.
Actualmente los investigadores concentran la mayor parte de su atención en la fiebre del dengue y la malaria, en parte debido a que esas son enfermedades prevalentes, pero también porque los brotes parecen estar asociados al clima.
El incremento de las lluvias en áreas normalmente secas, por ejemplo, puede crear charcos de agua donde se crían los mosquitos. Hablando en un sentido general, el mosquito de la malaria digiere la sangre más rápido y se alimenta con mayor frecuencia en climas más cálidos, acelerando la propagación de la transmisión.
El parásito mientras tanto, completa su ciclo de vida más rápidamente, aumentando la reproducción. En teoría pues, el calentamiento global permitiría que esos vectores se propagaran en áreas donde anteriormente no eran capaces de sobrevivir.
Las preocupaciones iniciales sobre el cambio climático a comienzos de los noventa enfatizaban en los impactos medioambientales pero se ignoraba su relación con la salud. Este desequilibrio está cambiando progresivamente a medida que surge la investigación sobre los probables efectos que el cambio climático tendrá sobre la salud humana y la propagación de enfermedades.
Pero el aumento de temperaturas en regiones ya cálidas podría reducir la propagación del mosquito de la malaria al elevar las temperaturas por encima de la que los mosquitos pueden resistir. Muchos de ellos no sobreviven por encima de los 40 grados Celsius, por lo tanto las regiones donde el cambio climático empuje las temperaturas por encima de este nivel podrían ver una reducción en la malaria.