El pueblo dominicano está afectado de una crisis de respeto, de las formas y de la educación formal. Sobre todo el Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo, sus barrios, calles y avenidas padecen una modalidad de contaminación sónica que puede denominarse Contaminación verbal.
Ese malestar es producido por el vocabulario inadecuado, caracterizado por el uso de malas palabras, que atenta contra las buenas costumbres.
Choferes de guaguas y carros públicos, taxistas, camioneros, motoconchistas, cobradores, vendedores ambulantes, limpiadores de cristales en los semáforos, peatones, y hasta policías y militares, son los protagonistas de esta mala educación.
Las groserías que se expresan a diario sin importar la presencia de niños, damas o ancianos, son incontables pero, como al parecer no hay sanción legal por esta práctica, ocurren sin ningún tipo de observancia. Las palabras obscenas y frases ofensivas por lo general hacen alusión a los órganos sexuales, a la moral de la madre y el padre, a la inclinación sexual.
En los barrios la contaminación verbal no tiene parámetros, tanto niños como adultos, ya sea por falta de una educación continuada en los hogares, disciplina inadecuada en escuelas y colegios, usan estas palabras y frases como insultos cotidianos, a las que recurren cada vez que algo les molesta o para mostrar su desacuerdo.
Es muy común que los padres, ante cualquier travesura o incumplimiento de una tarea impuesta a un su hijo, arremetan con reproches o improperios fuertes con palabrs obscenas, sin saber el daño que le ocasiona a la educación o desenvolvimiento diario de este ser humano.
Mira tú, hijo de la…, entra para dentro que te dije que no saliera descalzo, le vocifera un padre a su hijo en cualquier barrio.
Los niños tienen una habilidad particular para absorber todas las palabras que escuchan, sin saber muchas veces lo que significan. Por lo regular la escuchan en la calle, en la TV, en la radio, cine, en la escuela o en su casa, mientras los adultos hablan o discuten.
Resulta fácil, que a un infante se le zafe alguna mala palabra, por más que hagan por evitarlo, esto es por el constante bombardeo que recibe de los medios o canales ya citados.
Los niños pasarán a ser adolescentes y luego adultos, y es posible que este vocabulario siempre esté con ellos cada vez más renovado y obsceno.
Ante la pregunta a un niño de nueve años, en el sector de Alma Rosa, que cursa el cuarto de la primaria, de cuántas malas palabras sabía y si podía citarlas, después de sonreír, enumeró ocho con toda facilidad. ¿Dónde las aprendiste?, volví a preguntar. No sé, en la calle, contestó.
Justo es anotar que al hacerle dos preguntas básicas de historia dominicana, las contestó de manera correcta.
Con frecuencia, niños menores de seis años utilizan palabras que avergüenzan a todos, pero cuando se investiga el origen, justamente la escuchó de labios de su padre insultando a su madre, observa el siquiatra César Mella.
Agregó que Ya los medios de comunicación, sobre todo la radio, están llenos de expresiones insultantes, degradantes y que descalifican a personas. Estamos asistiendo a una crisis del respeto, de las formas y de la educación formal.
Asimilación en escuelas
El uso de las palabras obscenas es tan arraigado en la sociedad que en escuelas y colegios no son objeto de sanción, como era en otras épocas, lo que hace populares muchos vocablos que antes eran hirientes y penalizados; muchos maestros ya ni se inmutan al escucharlas entre sus alumnos.

