Toda persona que necesita expresar sus pensamientos de forma escrita con corrección y elegancia, seguro primero tuvo que emborronar muchas cuartillas, tachar y corregir constantemente, habilidad que se adquiere a fuerza de tropezar con las dificultades.
La escritura es un arte, y como todas las artes requiere esfuerzo, dedicación y talento para desarrollarse de manera correcta. El escribir es un acto tan cotidiano entre los periodistas que le restamos importancia, y muchas veces llegamos incluso a mutilar y denigrar los escritos a tal grado que hacemos que pierdan su verdadero valor e interés para los lectores.
Para ser escritor es necesario tener algo importante que decir, que sea de interés para otros. Cuando un periodista expresa sus pensamientos en forma comprensible a los demás, es para cumplir el fin del lenguaje que es transmitir lo pensado a lo escrito.
Algunos dicen que escribir es un don del cielo, con lo cual no estoy de acuerdo, y aunque reconozco que algo de este arte no se aprende, también se que mucho depende del empeño y el trabajo individual.
Pensemos, por un momento, en las palabras del escritor francés L Veuillot, quien era reiterativo con la expresión: «A fuerza de trabajo se puede llegar a ser un escritor puro, claro, correcto e incluso elegante».
El dominio de la expresión escrita y la formación académica sólida es difícil; aunque muchas personas poseen una considerable experiencia acumulada, al respecto Charles Darwin, confesaba al final de su vida que todavía tenía la misma dificultad que antes para expresar clara y concisamente sus ideas.
Si el genio es hijo en gran parte de la paciencia, si los grandes del mundo literario deben su grandeza a la capacidad de trabajo; fácil será comprender que el reto para el académico y el profesional radica en la creación de su estilo propio de escritura, sobre todo si se considera que en el arte de escribir está la perpetuidad de su trabajo a las futuras generaciones.
Por eso es que en el lenguaje científico las frases deberán ser exactas y claras, porque las largas fatigan el espíritu, distraen la atención y terminan por apartar la visión del objetivo principal.
Hay quienes dicen que la buena escritura es cuestión de oído, y que basta permanecer atento a lo que se oye. Recuérdese que así aprendimos a hablar de niños, un portento de desarrollo mental.
Por: José Antonio Torres
josetorres60@hotmail.com