La palabra /bruto/, procedente del latín “brutus”, tiene trece acepciones en el diccionario académico y casi en todas se le atribuye la categoría de adjetivo. Desde la primera, ante todo se le identifica como adjetivo, pero al final de la definición se agregan las siglas U.t.c.s. (Usase también como sustantivo).
La definición de /bruto/ es esta: “1. adj. Necio, incapaz”. En el habla dominicana, el vocablo /necio, necia/ se emplea más en el concepto de molestoso o fastidioso, pero los académicos lo ven diferente y lo explican así: “1. adj. Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. U. t. c. s.2. adj. Falto de inteligencia o de razón”.
Su función primaria es adjetival (Es un sujeto necio) pero admite actuar como sustantivo (…y en materia de compras soy un necio…).
La octava acepción de la palabra /bruto/ en el Diccionario de la lengua española dice: “8. m. Animal irracional, especialmente cuadrúpedo”. Queda claro que en este uso el vocablo funciona como sustantivo. Cuando se dice de una persona que es un animal, se le está atribuyendo que es rústico, tosco, incapaz.
La contraposición de lo antes expresado la ofrece la voz /inteligente/. Les presento cuatro de las definiciones consignadas en el Diccionario: “1. adj. Dotado de inteligencia.2. adj. Dicho de una persona: Dotada de un grado elevado de inteligencia. U. t. c. s.3. adj. Que indica inteligencia. Un discurso inteligente.4. adj. Sabio, experto, instruido. U. t. c. s”. Esta palabra es un adjetivo, pero también desempeña el rol de sustantivo. Se usa como adjetivo cuando expresamos: Es un niño muy inteligente. Ejemplo como sustantivo: Los inteligentes también se equivocan.
Ambas voces funcionan en un caso como sustantivo y en otro como adjetivo, son válidas, pues, las siguientes expresiones: 1-Es un bruto inteligente, 2- Es un inteligente bruto. Un bruto inteligente ha de ser un hombre de poca escolaridad y escasa lectura que no obstante sus limitaciones de instrucción, actúa con razonamientos y asume previsiones, para comprar, para vender, para cuidar sus bienes.
Un inteligente bruto es alguien que ha realizado altos estudios, ostenta formación profesional, tiene mucha lectura, pero asume actitudes improcedentes, comportamientos groseros e incurre en descuidos perjudiciales. Un inteligente bruto puede, por ejemplo, no cambiar el aceite a su auto o ignorar dónde ha guardado la matrícula, y por igual podría dirigir una carta y no indicar dónde responderle.
Mi padre, Alejandro Peralta, fue hombre de poco estudio. Se dedicó al cultivo de la tierra para producir alimentos, que se cuenta, sin duda, entre las ocupaciones más importantes del mundo. No tuvo ocasión de verificar en el Diccionario las categorías gramaticales de los vocablos /bruto/ e /inteligente/, pero en su habla cotidiana los clasificaba igual que los académicos, puesto que los empleaba en un sentido y en otro.
“Ustedes los inteligentes están en un error”, le podía señalar a una persona estudiada para disentir de su punto de vista. Escuché que se lo dijera a don Félix Servio Ducoudray en una conversación acerca de los dominicanos que se alzaron contra la invasión gringa de 1916. El escritor los llamaba revolucionarios y mi padre, gavilleros.
Los inteligentes con los que solía compartir y debatir puntos de vista podían ser agrónomos, médicos, sacerdotes o profesores, grupos a los que se agregaron más tarde sus hijos y nietos. Nunca se consideró inteligente, en función de sustantivo, sino que se mencionaba entre los brutos, pero se atribuía el adjetivo inteligente. “Soy un bruto inteligente, mi hijo”, podía exclamar ante un logro guiado por su intuición. Alguna vez llegó a decir más: “Soy el bruto más inteligente”. Queridos lectores, tengan paciencia conmigo, hoy es Día del Padre. Así recuerdo al mío. Felicidades.