Como cuando se va a ver una película, el lector de literatura disfruta la obra sin reparo en la interpretación, cuyo papel no puede robarle al crítico. Tal vez fue un autor molesto que sentenció que «el crítico no hace la obra», como un estudioso de la mente dijo que «después que las cosas están hechas, todo el mundo es inteligente.».
Cuando el crítico analiza la obra, la hace parir, ya que en sus párrafos deja la suya, aunque genere una fila de adversarios dentro de los seguidores del autor descrito.
Eso ha creado Pedro Vergés al cumplir con el compromiso de analizar la narrativa de Juan Bosch para el Primer Tomo de las obras completas.
«Rica y grande es esa tierra cibaeña. Se alza al cielo en la loma, se arrastra en el valle; Silba allá el viento entre los recios pinos y desmelena aquí la palma serena.
Se hunde el camino entre el follaje, baja a las hondonadas, se enloda en las charcas y la sabana pelada se tuesta al sol. Crecen a su vera el mango y el cajuil, la guanábana y el caimito, el soporte y el níspero; la ceiba gigante y la jabilla lo ven, desde sus altas ramas, saltar sobre sus raíces”.
Al citar como Bosch describe el Cibao, Pedro Vergés dice que el objetivo de los cuentos no es ése, sino describir el código ético del campesino dominicano y de hombre “bondadoso, con su casa abierta a todos los caminantes, la mesa puesta a todo el hambriento, la hamaca o el catre tendidos a todo soñoliento y la voluntad de señalar el buen camino para quien se perdió en las lomas, en la sabana o en el monte.”
Al amparar al hijo perseguido y derrotado, el padre campesino le dice al bando contrario “Se lo entrego si me aseguran que nos van a fusilar a los dos juntos.”
Y aquél que compró el cuchillo para vengar la ofensa de la mujer que abandonó su bohío, al escuchar el grito del niño de la nueva relación de su mujer, desiste de la acción sangrienta bajo la expresión «No, lo voy a dejar huérfano.» «Me servirá para trabajar», el cuchillo nuevecito que compró impulsado por un corazón prisionero de los celos, con el agravante de que no eran infundados. La mujer se le había ido con otro.
Aunque no aparece el término en el relato del cuento de Bosch, se trataba de un frustrado feminicidio, que en estos tiempos modernos ante la liberación de la mujer con WhatsApp en manos, ha aumentado en forma exponencial y es tan antiguo como cuando sexo femenino comenzó a cerrar los ojos para hacer el amor, mientras el hombre permanecía con ellos abiertos para cuidarla de las fieras en la selva