Como representante de los Estados Unidos de América en el país el Embajador James Brewster, entre otras funciones, tiene a su cargo la defensa y protección de sus ciudadanos y, en parte, coordinar y fortalecer los lazos comerciales entre su país y la República Dominicana. Ahora que el debate sobre su discurso lamentablemente se bate sobre la forma y no sobre el fondo de lo que dijo, que es sumamente importante para nosotros los dominicanos, es importante aclarar que sí, el Sr. Embajador puede, dentro de sus funciones y en defensa de los ciudadanos y empresas de los Estados Unidos, hacer una crítica del estado de la corrupción en nuestro país, sin que ello implique una intromisión en nuestra soberanía.
Estados Unidos, como la mayoría de los países de la OCDE (o OECD en inglés), tiene dentro de su legislación castigos contra personas (físicas o jurídicas) que paguen sobornos a oficiales de otros países a cambio de favores. En Estados Unidos la ley se llama la Foreign Corrupt Practices Act, que existe desde los años 70s pero que no es sino hasta recientemente que la misma se ha estado aplicando con bastante rigurosidad contra los americanos que operan en el extranjero.
Las quejas de ciudadanos americanos de las cuales se hizo eco el Embajador Brewster no son caprichosas. Lo que los dominicanos hagamos o dejemos de hacer respecto de nuestra corrupción es de poca relevancia para los Estados Unidos, pero que ciudadanos americanos sean inducidos a sobornar oficiales en República Dominicana sí es visto como muy grave en ese país y con consecuencias legales severas a las que aquellos que nos visitan no desean exponerse, y a las que el Embajador seguro no desea que se expongan.
Es penoso y lamentable que ante un problema tan serio como el expuesto por el Embajador en su discurso, lo único que los dominicanos hemos sacado de eso es discursos de redes sociales ladrando contra un inexistente injerencismo intercalado con declaraciones peyorativas sobre la orientación sexual del Embajador que solo demuestran lo poco civilizada que es parte de nuestra clase política y nuestro anacronismo social.
Los dominicanos como país deseamos ser respetados por los otros, pero para ello debemos aprender a darnos a respetar. Ese respeto solo va a llegar cuando dejemos de ciertos comportamientos cavernarios y cuando tomemos ciertas cosas, como los problemas que muy bien puntualizó el Embajador, con la seriedad que estas ameritan.