La política es un asunto tan serio que lo mejor es no tomarla muy a pecho. Una buena porción de teatro con su pizca de humor le da el punto, si es que queremos buscarle el lado ameno o filosófico. Entre “lo que nunca se ha hecho” y el mandatario “más honesto” de nuestra historia hay un largo trecho, salvado ahora en el discurso de campaña de Danilo Medina. No estamos seguros de cuándo, en realidad, han acontecido ambas cosas, si es que han acontecido.
Los historiadores no se han puesto de acuerdo acerca de los hombres de Estado más honestos en el devenir político local. Citar dos o tres presidentes de la República cuyos mandatos no superaron los siete meses es como admitir que el uso del poder, cuando se prolonga, no escapa del desempeño y manejo corrompido de la cosa pública. Pero dejémoslo ahí, que de las promesas de campaña es de lo que ahora se trata.
Las posiciones coherentes son propias de los hombres íntegros
El asunto es que exageraciones y mentiras parecen ir siempre de la mano, sin que esto sea motivo para justificarlas, incluso en la actividad proselitista. La verdad, las posiciones coherentes, son propias de hombres reflexivos, virtuosos e íntegros, que es lo que nos hace merecedores del honor, el aprecio y el respeto por parte de los demás.
Por suerte, no faltan las advertencias de grandes pensadores y hombres justos sobre el engaño de los que alteran los procesos, revelando urdimbres en sus propuestas. Tomás Moro, idealista como su Utopía, entendía y nos alerta sobre las maldades de estos personajes. “Quien dice que se ha de hacer lo que nadie hace –‘nunca se ha hecho’- no hace más que reprender a todos”. Predicamento que increpa, lleno acaso de encono.
Hay en estas ideas absolutistas un dejo de superioridad lejos de la sencillez de espíritus bondadosos, abiertos, con que se construyen y sostienen las democracias en sociedades prósperas.
De ahí que cobre vigencia y fuerza la propuesta socrática de que nada une y vincula más a un dirigente con su pueblo que el empleo de la verdad en la práctica cotidiana que lo hace parte de ese pueblo. Para eso basta con hacer lo que los buenos han hecho toda la vida, sin pretender ser los más honestos, sino simplemente como es la gente. El honor es un reconocimiento que los demás nos dispensan en correspondencia a nuestro comportamiento, no a lo que pretendamos.