Cuando José Francisco Peña Gómez pronunciaba sus históricos discursos por Tribuna Democrática, atravesábamos parte de la Capital en una bicicleta a esa hora. A pesar de ir en movimiento, escuchábamos la alocución durante todo el trayecto. Se trataba, como dicen, de un solo radio.
A esta costumbre se sumaba que cuando estábamos en la casa a la hora exacta, lo oíamos en la radio de un vecino, que no “mancaba”, como dicen en el campo, en escuchar a su líder en Tribuna Democrática, mientras disfrutaba de un concón con habichuelas.
A su lado estaba siempre un reformista, a quien el Doctor Balaguer le dio su primer trabajo. Entre Toñito, el perredeista, y Manén, el reformista, había una especie de “paz sin principios”. La misma que mantuvimos con el periodista Marino Arias Betancourt. Este, perredeista, y yo, peledeista.
Una cosa que nos legaron los radios de los perredistas escuchando a Tribuna Democrática, fue oír constantemente a Peña Gómez haciendo anécdotas y describiendo los personajes, nacionales y extranjeros, durante su ajetreo político.
Como Peña Gómez mencionaba los nombres de la gente que le acompañaba en la vida política, nos marcó, ya que inconscientemente en nuestros escritos nos hemos caracterizado por nombrar a la gente con quienes compartimos experiencias.
En una de nuestras visitas a Nueva York, un peledeista organizó un encuentro para invitarnos a su casa. Después que compartimos, nos acompañó, ya en la madrugada, desde lo alto del edificio hasta la calle para despedirnos. Cuando íbamos llegando casi a la esquina de la cuadra, nos voceó: “Grullón, te hice ese “sancocho” para que me menciones en el periódico.”
En algunas esquinas de Nueva York, peledeistas y miembros de la comunidad esperaban el periódico Vanguardia del Pueblo, donde escribíamos en la página seis.
Eso explicaba que cuando una vez íbamos con nuestra esposa caminando por una de las aceras de Down Town, donde Aristófanes Urbáez dice no aceptar 20 dólares de regalo, un transeúnte nos interceptó: “Grullón, cuándo llegaste”, experiencia que ya nos había pasado caminando en el Alto Manhattan, con un taxista, al tirarnos una para entrar en las Naciones Unidas y ante alguien que estaba fallando de la mente
El método nos ha resuelto hasta problemas primarios. No hemos tenido riesgo como un día que llegamos con 20 dólares a las 12 de la noche a Nueva York y no hemos necesitado taxis ni tampoco camas, que hasta ahora nos la han brindado los peledeistas Melvin Trinidad, José Batista, David Cordero y Angel Garrido, entre otros.
Pero en la primera casa que dormimos en Nueva York, fue la del peledeista Emiliano Pérez Espinosa, quien se inventó un movimiento denominado “LeoDan”, una metáfora para que el Danilismo y el Leonelismo resuelvan sus diferencias sin traumas.