Como muro que evita serias convulsiones sociales las remesas de los dominicanos residentes en el exterior, que aportan sobre el 10% del producto Interno Bruto (PIB); la mano de obra haitiana y el turismo; mantienen la paz y estabilidad económica, en República Dominicana.
Lo expuesto recientemente, por el sacerdote Robert Valentín Alcántara Belén en el Sermón e las 7 Palabras de que, por cada joven que abandona el país penetran “cinco extranjeros”, ilegales o documentados, aunque cueste admitirlo, paradójicamente, también beneficia a nuestros gobiernos de turno.
Estos factores fortalecen la economía; y ya sabemos que aunque tengamos un régimen más que laico, confesional, timoneado por la Iglesia Católica, los clamores de esa institución en reclamo de mayor bienestar para la población, no surte efecto.
Ese empuje económico constituye un arnés que mantiene en el poder por períodos considerables a gobiernos que no conjuran las miserias. Mientras tanto, la mayoría de los dominicanos sigue ensimismada.
Y de otro lado, a pesar de sus inconvenientes, cualquiera entendería que hasta la crisis haitiana, de algún modo, le es conveniente al oficialismo. ¡Qué ironía! dominicanos que migran, y haitianos que ingresan a nuestro país, fortalecen la economía.
Mientras los haitianos coadyuvan con el 80-20 con trabajos de salarios deprimidos que beneficia al Estado y a los empresarios, los dominicanos del exterior robustecen sus arcas con sus valiosas remesas.
El mínimo esfuerzo, tal parece, es un buen negocio de un Estado que sigue fallando. Sobre los aportes del turismo, es obvio que es un buque insignia que navega sin mayores problemas. No necesita de mayores reingenierías políticas.