Planta venenosa, germinante en la mente de quienes sufren colapso en su ego y el súper yo, desde diferentes situaciones, convertida a veces en hábitos que laceran la conciencia humana y destruyen el presente y porvenir de tantos.
Odio es abvección, aborrecer, rencor, encono, repugnancia, saña, execración, malquerencia, sinónimo de maldecir, querer matar y sepultar.
Este fenómeno tiene diferentes aspectos, de acuerdo al hecho y la capacidad de quien lo sufre, inflama o maldice, casi siempre en silencio y otras, en ejecutar y hasta silenciar reputaciones y conductas bien ganadas.
Sin embargo, el odio tiene un aspecto psicosomático. Al ser humano, un cierto número de caracteres lo definen y lo delimitan como especie inconfundible de los demás del reino animal.
De ahí que el genial Emilio Mida y López expresa, que esta situación hay que estudiarla y comprender, es el afán de los cultores de la caracterología, de la tipología, la antropología y la personología. Todos ellos dependen del concepto dinámico evolutivo, y propenden a relacionar entre sí las imágenes obtenidas desde los diversos planes de enfoque, actitud pluralista, tales como: la apariencia mórfica corporal y el carácter, a veces indefinido.
Quien odia, siente, se irrita, se encoleriza cual ráfaga incesante, asume actitudes iracundas que se entronizan, estratifican y adquieren particularidades, derivadas de las insuficientes descargas de sus impulsos destructivos, quedando almacenados en el que odia, odiador.
Existe una diversidad de odios, de ahí que tratadistas de la conducta señalan los odios religiosos, raciales, políticos, personales, profesionales, los odios familiares, amistosos, de donde se define la catámeris del odio, que, por diferentes vías pueden derivarse, transformarse descargarse o desaparecer.
Así, estudiando la salida del odio, se encuentra el desprecio, la venganza, la tirantez, poco aconsejable el sentimiento, el perdón conciliatorio, la no excusa ante la falta realizada, obnubilación, increíblemente genera odio, transmitido a sí mismo a través de las introspecciones del alma.
El odio produce insomnio, olvido, transmutaciones del sentimiento, focalización de algunas áreas de las personas, excitación, ideas delirantes, neurastenia, sueños hipnóticos, tensión y bloqueo mental transitorio.
Marco Auelio dijo: el mejor modo de vengar la injuria, es no parecerse al que te la injurió
Hagamos una jornada de reflexión, amor y reconciliación contra la cultura del odio, pues gran parte de los dominicanos viven inyectados de este fenómeno que a tantos hace infelices y delirantes.