Hoy se celebran las elecciones para escoger a las autoridades que deberán gobernar el país durante el período 2016-2020. Es nuestro deseo, deseo también de toda la población, que estos comicios, independientemente de los resultados, sean un ejercicio de civismo de la población, que acudirá a las urnas a emitir su sagrado derecho al voto.
La campaña electoral terminó hace dos días, una de las menos incidentadas de toda la historia social dominicana. Si los comicios de hoy se desenvuelven en un ambiente de calma estaríamos en presencia de un certamen ejemplar.
Durante los días finales de la campaña electoral pude observar dos inconvenientes para el anhelado éxito del torneo. El primero fue que un porcentaje importante de la población no sabe votar. Y el segundo que un segmento significativo de la población se resistía a sufragar, por lo que se puede anticipar una abstención superior al 30%, estimado normal en la historia electoral dominicana.
Para evitar un elevado porcentaje de votos nulos, la JCE podría disponer de instructores en las filas de las mesas electorales. Y ojalá que muchos de los definidos abstencionistas finalmente hayan decidido emitir el sufragio este 15 de mayo.
El mayor problema de este proceso es la compra masiva de votos que observé en los denominados barrios marginados, un delito tipificado de criminal por nuestra Ley Electoral. La compra del sufragio fue practicada por candidatos oficialistas y opositores, aspecto que podría contaminar el certamen, pues afecta la auténtica intención de voto del electorado, aunque muchos toman el dinero a candidatos corruptos y finalmente favorecen a los más transparentes y decentes.
Regularmente analistas políticos y observadores nacionales e internacionales suelen rendir un informe detallado de las virtudes y fallas de las elecciones dominicanas. Esperamos que los errores se reduzcan a su mínima expresión y sirvan de antecedentes para correcciones futuras, de manera que cada proceso resulte superior al anterior.