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Empieza otro noviembre

Empieza otro noviembre

Susi Pola

Desde comienzo de los años ochenta, dominicanas organizadas en grupos de reflexión feminista, empezamos a alertar en el país acerca de la violencia contra las mujeres y los feminicidios como la última y más grande de todas.

Hablamos con las autoridades que administraron el Estado desde entonces, tratando de advertirles que cuando un crimen tan complejo socioculturalmente llega a una sociedad, si esta no establece desde el propio poder las políticas públicas capaces de reformar profundamente, ese crimen se entroniza y va en aumento.

Firmamos acuerdos interinstitucionales e intersectoriales, leyes y protocolos, y personas clave que implementaron espacios interesantes que, duraron lo que ellas en el poder.

Otros, se cumplieron poco, porque las administraciones solo apoyan “planes piloto” para el momento de gloria en la prensa o hasta que cambian incumbencias, pero no sostienen estas políticas porque no las entienden y porque el dinero que consiguen, “no es para cosas baladíes como los temas de las mujeres”, una idea prolongación de la cultura de desigualdad y hegemonía masculina.

Y desde entonces, año tras año, hubo estudios y diagnósticos sobre el fenómeno, reuniones en otros países donde también era y es preocupación. Se facilitaron talleres, cursos, diplomados, posgrados y maestrías, tratando que, teoría y experiencia, nos llevara a revertir una realidad que siempre nos superó, y creyendo que se preparaban recursos humanos capaces para un sistema de prevención y atención que nunca les dio poder ni les hizo caso.

También fuimos a la comunidad y se habló de este fenómeno sociocultural tan prevenible, explicando ciclos, causas y consecuencias y alertando como, en ese entorno, mediato e inmediato, todas las personas somos responsables de contener o no el maltrato basado en la gran brecha de género contra las mujeres, sea por ignorancia y adhesión a los roles, mitos y estereotipos. Y hablamos de la necesidad de desmontar la injusta crueldad.

Escribimos haciendo pública la preocupación con detalles, llamando la atención de cada historia contada por el feminicidio de una dominicana.

Pero las cosas siguen igual: misma rutina, mismas alianzas, misma práctica politiquera que no solo no produce cambios, sino que profundiza la injusticia de vida de las dominicanas.

Entonces, a las autoridades en este mes de noviembre, recordarles que, si quieren saber el porqué, el cómo y el cuándo, dispongan un año de emergencia nacional, al menos, identifiquen presupuesto -y no lo roben-, y siéntense con afectadas y con quienes conozcan la profundidad del fenómeno.

Pero, sobre todo, seriedad y ¡déjense de relajos!