Considerado como el último de los “escritores malditos” dominicanos, Pedro Peix, cuentista, novelista y ríspido ensayista, dejó de existir este sábado a los 63 años de edad. Su deceso se debió a un fulminante infarto al corazón.
La información sobre su d muerte la sirvió su amigo Carlos Sangiovani. Dueño de un talento literario poco común en el medio criollo, era un alma libre, un ser auténtico y contestatario y poseedor de una obra consistente.
Se fue sin que le otorgaran el Premio Nacional de Literatura, que merecía, sobre todo por su dominio del cuento, por medio del cual desbordaba con cuidado extremo una imaginación desbordante, irreverente y provocadora.
Peix se marcha tras una vida en que resaltan su bien dotado talento para la creación literaria de alto nivel, una finísima inteligencia y brillantes cualidades para la tertulia con los pocos escritores con los que se compenetró (entre los cuales se cita a Tony Raful y Andrés L. Mateo) con los cuales produjo durante casi cinco años el programa literario Peña de Tres, por la entonces Radio Televisión Dominicana.
Peix perteneció a los escritores que se aman con locura o se odian hasta el extremo. Inclinado sin ambages por la crítica a cuanta manifestación mediocre encontraba en las letras criollas (lo que le generó animadversiones y encontronazos), era tan noble como polémico y a quien importaba poco el “qué dirán” por su modo de vestir matizado por el aire “gentleman” europeo y sus peinados provocadores.
Era un hombre de una imagen elegante y amigo fiel a lo máximo con los pocos escritores que llegaron a su cercanía.
A aquellos escritores jóvenes a los que les veía condiciones, les estimulaba y apoyaba sin reservas, este era uno de los aspectos menos conocidos de su trayectoria.
Tenía un criterio exigente que no admitía cohabitación con la literatura plagada de emergencias, nombres impuestos en los medios y parches instalados de prisa en el panorama de la creación literaria. Su antología La narrativa yugulada, publicada en 1981, en la cual expuso lo que consideraba mejor de la novela y el cuento dominicanos, le evidenció como un cruel cirujano que, armado de un bisturí, se atrevía a cortar la masa insana que dijo encontrar en la literatura local.
Era un tipo de criterios firmes. En oportunidad de recibir el Premio Caonabo de Oro, que otorga la Asociación de Periodistas y Escritores (fundada por Salvador Pittaluga Aybar), pronunció un discurso criticando a la mayoría de los escritores invitados al acto.
La publicación de ese trabajo le generó la enemistad de muchos de los que dejó fuera y el rechazo ardiente por las críticas que hacía a otros autores que si incluyó en el proyecto.
Dueño de sus ideas, escribió sin censuras una columna literaria aguda y punzante en el Listín Diario, medio del cual fue excluido por lo punzante de sus artículos.
Pedro Peix fue premiado en los concursos de cuento de Casa de Teatro, en el cual premiaron “La despedida” (1977), mención de honor con “Responso para un cadáver sin flores” (1978), segundo lugar con “Los hitos” (1979), el primer lugar con “La quimera de la muerte” en 1992. Ganó el Premio Nacional de Cuentos en 1977, galardón que otorgaba la entonces Secretaría de Estado de Educación, con el libro “Las locas de la Plaza de los Almendros”.
UN APUNTE
Exequias
Los restos mortales del narrador serán velados a partir de mañana lunes a primera hora en la capilla La Paz de la Funeraria Blandino, en espera de familiares que vienen desde Estados Unidos y otros puntos
