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El día, Stephen Paddock, un perturbado mental, disparó desde el piso 32 del hotel Mandalay de Las Vegas, Nevada, a una multitud de más de 22 mil personas que escuchaba un recital de música, country, parapetado con un arsenal de 42 armas, un fusil Ak-47 de asalto, cuatro pistolas y dos escopetas, entre ellas, matando a 58 personas e hiriendo a más de 500.
Cuando el presidente Donald Trump se apersonó al escenario de la matanza, en vez de anunciar la adopción de providencias eficaces tendentes a controlar el acceso extremadamente fácil y permisivo de todo tipo de armas a civiles, se decantó con la frivolidad que le caracteriza diciendo:
No hablaremos hoy sobre la violencia de las armas. Eso fue obra de una persona enferma y demente”, omitiendo pronunciarse por la norma establecida en relación a la extrema facilidad con la que sus paisanos accesan a todo tipo de armas, inclusive las de guerra, como son los fusiles AR-15, preferido por sus gobernados, y AK-47, M-1 Garand, M-16 y la panoplia horrible para matar masivamente.
En junio último, otro demente disparó a mansalva en la discoteca Pulse, de Orlando, Florida, matando a 50 jóvenes que se divertían.
El 62% de los ciudadanos norteamericanos se pronuncia inconforme con la Segunda Enmienda que otorga facultades a poseer y portar armas a suspaisanos, conforme sondeo de Gallup 2011, donde la mitad de los hogares dispone de un arma de fuego.
Aunque la Constitución norteamericana no incluye el referéndum, en este caso amerita organizar una consulta ciudadana que se pronuncie sobre el particular, y de superar el 51%, debe adoptarse como soporte y argumento vinculante legal para proceder a suprimir la Segunda Enmienda, y en casos justificantes, permitir la tenencia de armas cortas, escopetas y rifles deportivos, nunca el porte, reservado a las fuerzas de seguridad, policías y militares.
Esto así, considerando que dependiendo del Congreso anular la Segunda Enmienda y adecuar el tema de la posesión de armas de fuego a civiles, el caso no prosperará, por la enorme incidencia de la AAA, con un presupuesto de US$243 millones y más de 125 mil voluntarios, pasto de legisladores corruptos, que los hay por pi pá igual que aquí.
Basta leer a Drew Pearson en su novela El Senador para cerciorarse que el Congreso norteamericano es un showroom de podredumbre, con exenciones, recuerdo a Sam Rayburn, Wayne Morse y Christopher Dodd.
En 2013 fueron vendidas 16.3 millones de armas de fuego de distintos calibres a civiles, y traduce que Estados Unidos es el país que presenta la lúgubre estadística donde sus ciudadanos poseen más armas de fuego con un 89%, Yemen (en guerra) 55%; Iraq (en guerra) 34%; México, incluyendo los lúgubres carteles de la droga, 15%; Brasil 8%; Guatemala con sus terribles maras 34.8%, Honduras igual de aterrador con sus maras 68%; Colombia antes del desarme de las FARC y con el FLM sin aún deponer las armas, y concluir la guerra estéril guerra civil de 52 años que costó más de 200 mil muertos y cinco millones de desplazados, un 27.1%.
Considerando la inviabilidad de que una providencia congresional se pronuncie por el control de expedición de todo tipo de armas a civiles, prohibiendo las de guerra o asalto, pienso que lo procedente es que los ciudadanos norteamericanos se organicen, como han hecho en el caso de los dreamers y las Ciudades Santuario para impedir las deportaciones masivas, exigiendo un plebiscito, elecciones o referéndum, con carácter vinculante, que se pronuncie en relación al control de armas, con el canon de un examen riguroso psicológico a los aspirantes de poseer armas de fuego, prohibiendo el porte y solo facultando la tenencia.