A menos que el presidente Luis Abinader tenga información precisa de algún plan de desestabilización patrocinado por sectores haitianos, son a todas luces injustas y alarmistas las restricciones a estudiantes universitarios del vecino país y la limitación de la asistencia médica a indocumentados. Las decisiones no parecen propia de un gobernante que proclamó ante las Naciones Unidas que República Dominicana ha mostrado y seguirá mostrando la solidaridad y la colaboración debidas con el muy sufrido pueblo haitiano.
Abinader, que concitó un amplio respaldo dentro y fuera del país al colocar la crisis haitiana en el centro de los debates en la asamblea de la ONU, no se ha conformado con el despliegue de unos 12 mil soldados en la zona fronteriza para prevenir el trasiego de emigrantes ilegales, sino que ha endurecido las medidas como si supiera de planes concretos para atentar contra la integridad y la seguridad de República Dominicana. El caso haitiano, que en verdad es inquietante, se ha convertido hoy por en la principal preocupación de su Gobierno.
Las injustas, inhumanas y violatorias acciones de un gobernante que ha sido tan solidario con Haití y otras naciones, constituyen un verdadero exceso, que si no ha generado repudio de la comunidad internacional es en gran medida por los incalificables atropellos de Estados Unidos cuando persiguió a caballo y con látigo, como si fueran bestias salvajes, a migrantes haitianos que habían entrado ilegalmente al territorio a través de la frontera con Texas.
No hay que reconstruir las calamidades del pueblo ni condenar la indolencia de su élite gobernante, sino sensibilizar a las potencias con Washington a la cabeza, sobre la crisis de una nación en que el vacío de poder lo han ocupado peligrosas pandillas.
Antes los sistemáticos ataques y reproches, líderes haitianos tienen que reaccionar, aunque no sea de la mejor manera. Saben que por aquí se ha apelado con frecuencia al odio, el racismo y la discriminación contra sus connacionales. Al margen de que no llegan becados a través de algún programa del Gobierno , por ahora los estudiantes haitianos vienen a prepararse para aportar sus conocimientos al desarrollo de su país, sin el menor deseo de instalarse aquí. Y en el caso de la salud nadie se imagina que en alguna ciudad de Estados Unidos o España muera un dominicano porque en un hospital rehusaron prestarle asistencia porque carecía de papeles.
Bien con sensibilizar a la comunidad internacional sobre la crisis haitiana y con poner la seguridad y la integración de la nación en el plano que merece, pero sin caer en los excesos observados por el Gobierno frente a la problemática.