Con un subregistro oficial, tenemos la percepción que aquí, aumentaron los feminicidios. Antes del triple crimen en Moca, ya habíamos tenido una escalada en ascenso, hasta contar una muerta diaria. No es una broma, dicen cada vez más personas, preguntándose por qué y qué vamos a hacer.
Un crecimiento sostenido, comprobado en los estudios realizados en el país, que atemoriza cada vez más. Hasta el año 2010, un 10 a 12% de los homicidios del país, eran feminicidios y a partir de ese año, la cifra subió dramáticamente a 21.5%, manteniéndose con altas y bajas mínimas, mal anotadas, porque no existe un sistema de registro confiable en R. Dominicana.
Muchas respuestas indican que donde hay crímenes contra las mujeres, en la vida social también hay otras formas de violencia contra ellas, desde el Estado, la comunidad y la familia, con una permanente señal de tolerancia de las autoridades y de las personas. Además, aquí al igual que en otras realidades, ante la impotencia de vencer el crimen a partir de las alertas del género disparadas y con altas cifras de feminicidios, se determina maquillar u ocultar las cifras de mujeres asesinadas.
No registramos bien los indicadores de violencia basada en el género, por lo tanto no sabemos, ni queremos saber para crear políticas de prevención. Y no nos damos cuenta que la complejidad de estas relaciones desiguales entre hombres y mujeres, nos compete a todo el mundo. Por eso no vemos que la violencia contra las mujeres, impacta absolutamente todos los subsistemas sociales, que es un grave fenómeno social.
También el porqué, refiere a la discriminación acompañada de una desvalorización general de las mujeres. Y la gente escucha y hace comentarios que la profundizan, sin oírlos ni razonarlos: chistes, aceptación y justificación de las violencias ¨pequeñas¨, como órdenes, control, pleitos ¨entre marido y mujer¨, estereotipos de actuaciones ¨femeninas¨ y excusa de las masculinas, el permiso a los hombres para ser violentos, a través del ejercicio de la masculinidad violenta. En fin, un cuadro bien complejo de convivencia en el que la violencia es constante y unilateral del hombre a la mujer, que el machismo y la misoginia, instalados en las instituciones, desvaloriza, confunde y esconde.
La mayor parte de estos crímenes, cometidos por hombres comunes, conocidos de grados distintos: parientes, compañeros de trabajo, parejas, ex parejas, vecinos, hasta padres y hermanos, cuyas víctimas, en el proceso de las violencias que anteceden al feminicidio, no fueron reconocidas como tal y solo se las consideró ¨mujeres¨, simples ¨mujeres¨ perfiladas peyorativamente.