En su triste partida a los 88 años de edad, los líderes de las grandes potencias, esos que hicieron caso omiso a sus plegarias, reconocen la integridad del papa Francisco.
Algunos han proclamado que su legado, que no es otro que sus prédicas contra la violencia, la discriminación, las desigualdades y las injusticias, no se perderán.
Sería el mayor homenaje que se le haría a un verdadero guía espiritual, un obispo que incluyó las lacras de la Iglesia en su batalla por el bienestar de la humanidad.
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Francisco ha sido un Papa diferente, que trató de enrumbar la Iglesia por un nuevo sendero. Avanzó bastante, aunque no todo lo que se proponía, en la reforma de la Iglesia.
Con la muerte de Jorge Mario Bergoglio, quien había nacido en Argentina, desaparece una de las voces más autorizadas en defensa de principios y valores que norman las relaciones sociales y humanas.