En reiteradas ocasiones el presidente Danilo Medina ha dicho que está comprometido en realizar un gobierno ético y moral, en donde la transparencia y las buenas prácticas se conviertan en punta de lanza para combatir la corrupción administrativa.
Y en honor a la verdad, la percepción que existe en la sociedad es que el primer mandatario ha logrado mantener a raya el auge del fenómeno de la corrupción dentro de la administración pública en los dos primeros años de gobierno abierto y democrático.
No cabe duda de que el comportamiento ético del primer mandatario ha influenciado a la inmensa mayoría de sus funcionarios para que actúen de modo ético y manejen los fondos públicos de manera transparente para así evitar los fastidiosos escándalos de corrupción.
La corrupción no sólo enriquece a quienes voluntariamente caen bajo sus maliciosos encantos, para entonces mostrarse orondos ante una sociedad que cuestiona con todo su derecho las fortunas aparecidas como por arte de magia; sino que, además, este flagelo actúa como ente generador directo de pobreza y violencia social.
Jamás debemos de olvidar que un buen servidor público siempre será aquél que no cometa errores en el ejercicio de sus funciones. De ahí la importancia de que cada funcionario ponga en primer plano el interés general, y nunca darle paso al interés personal.
Por eso, lo más deseado por todo gobernante es que los funcionarios de libre nombramiento, o sea, aquéllos que ocupan cargos de alto nivel, desde el primer día que llegan a la institución, administren con pulcritud, sabiduría y prudencia, los fondos públicos que el gobierno pone en sus manos.
Y no es para menos, porque resulta que cada vez más la administración pública exige que sus funcionarios piensen y actúen de manera ética y transparente para así poder asegurar éxitos en cuanto a las implementaciones de las políticas públicas y, por vía de consecuencia, la satisfacción por parte de la ciudadanía.
Atrás debe ir quedando, por parte de algunos dominicanos y dominicanas, la dañina creencia de que trabajar en la administración pública significa la esperada oportunidad, desatinada y reprochable, de abrirle las puertas a los actos corruptibles para entonces obtener ganancias a todas luces ilícitas.
En definitiva, los funcionarios de este gobierno deben de continuar siguiéndole los pasos y tomándole la seña, por así decirlo, al presidente Danilo Medina.
De lo que se trata es de ser mucho más capaz, creíble, eficiente, profesional, ético y transparente en el manejo adecuado de los fondos públicos que transitoriamente se administran.