La magia que marca la diferencia en las grandes obras estriba en que se revelan en las almas grandes. Don Quijote no se concibe fuera de Cervantes, ni Hamlet fuera de Shakespeare. Tampoco el David sin Donatello, ni la Venus de Milo sin Alejandro. Muestro aquí algunos botones del grande acervo cultural de todos los tiempos.
Transforman todo lo que tocan. Después de ellas, nada es igual. Más bien, tras vivirlas. Crean, construyen a parir de sus propias ideas. Tienes que sentirlas, más que entenderlas. Pertenecen a la fuerza natural, inexplicable en cierto modo, que le dieron origen.
La pasta conque se toman forma es siempre tan particular como original. Déjala que broten. Consiste en palabras, formas, tonos, colores, en fin, que retratan sentimientos tan sublimes como esmerados. Pertenecen apenas al amor. Nada más. Si nos toca la dicha de ser instrumento divino de exponer -escribir, pintar, cantar, interpretar, esculpir, bailar- esa gran obra, debemos asumir el compromiso de hacerlo dando rienda suelta a la inspiración que la produce.
Nos llega sin avisar, constante, cual musa, cargada de sueños inéditos y revelaciones cuyo destino, uso y provecho no nos pertenecen del todo. Ser sus autores es una condición que solo nos da el privilegio de gestarlas y ser espectadores sentados en primera fila.
Liberada, corresponden a la humanidad. Pasa a ser parte del canon universal. En esta condición se delata su categoría y magnitud. Trascender en tiempo y espacio e ir más allá le otorga la inmensa condición universal que adquiere toda obra con la fuerza de influir determinante en una generación. Vibra en el presente y provoca los cambios necesarios para hacer del futuro un mundo mejor. De manera particular y colectiva.
Síntomas manifiestos en su capacidad de producir alegría o tristeza, risa o llanto, placer y dolor. Filicida, en fin de cuenta. Semiótica apenas de la catarsis que toda gran obra tiene consigo el compromiso de producir.
Correa transmisora de cambios, cumplen la misión de interpretar los movimientos y las fuerzas transformadoras que van definiendo nuevas etapas. Enumerar obras señeras que constituyen hitos históricos es, sin embargo, tema de la siguiente entrega.