Tras cumplir sentencia de nueve años en Estados Unidos por narcotráfico, Guy Philippe, impenitente golpista y antiguo jefe de Policía retornó a Haití donde ha llamado a la desobediencia civil y a ocupar las oficinas públicas con fines de derrocar al primer ministro Ariel Henry.
Como consecuencia de esa proclama, el domingo se produjeron intensos tiroteos en diversos barrios de Puerto Príncipe, especialmente en el sector de Solino, lo que obligó a centenares de residentes a huir de sus hogares para refugiarse en otras barriadas menos violentas.
El periódico haitiano Le Nouvelliste reportó que en el centro de Juana Méndez, “no lejos del lugar donde se está construyendo el canal de riego en el rio Masacre”, partidarios del “líder rebelde” levantaron barricadas, incendiaron neumáticos y cerraron locales públicos, en reclamo de la dimisión del jefe del gobierno.
En Jérémie y Miragoâne hubo cierre de comercios, escuelas y oficinas gubernamentales en respaldo a una huelga convocada contra “el mal gobierno de Ariel”, donde se escenificaron enfrentamientos a tiros y piedras entre manifestantes y agentes policiales.
Sin pretender magnificar las consecuencias que podrían derivarse en Haití del llamado de Philippe a la desobediencia y a la violencia, debería admitirse que vierte más combustible a la hoguera política y social que ha devorado el ensamblaje institucional de esa nación.
La convocatoria a huelga surte efecto en numerosas comunidades haitiana, en tanto que la violencia se recrudece en Puerto Príncipe y otras ciudades, señal de que el activismo conspirativo de Philippe ha tomado cuerpo entre bandas armadas, grupos políticos y estamentos policiales.
A probablemente pocas semanas de la llegada de la Fuerza Internacional de Pacificación, en Haití se agrava el cuadro de anarquía y criminalidad, azuzado por un antiguo oficial de la policía haitiana, involucrado en los intentos de golpes de Estado de los presidentes Jean Bertrand Aristide y Renè Preval y convicto por narcotráfico.