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Haití y  desinformación

Haití y  desinformación

En el frenesí de la competencia electoral, los candidatos  recurren a mitos y desinformación para ganar apoyo, pintándose como los más xenófobos, particularmente antihaitianos. Sin embargo, es hora de desentrañar estos mitos y explorar la verdad.

Comencemos con el mito de que nuestra soberanía está en peligro debido a Haití. En realidad, Haití ha desmantelado su ejército desde hace años, y aunque enfrentamos desafíos con pandillas, estas carecen de los recursos para rivalizar con nuestras fuerzas armadas. Además, la idea de que los haitianos nos odian es infundada; las tensiones históricas se centran en Francia, no en nosotros.

Los haitianos que vienen a trabajar no son una amenaza (V columna), sino una parte vital de nuestra fuerza laboral. Menos del 10% de nuestra población tiene origen haitiano, y la asimilación es común si se eliminan las barreras. En comparación con otros países de la región, esta proporción es modesta. Contrario a la idea de que vienen y nos imponen su lengua y sus costumbres, estos se dominicanizan.

Sobre el tema de las parturientas haitianas que supuestamente abarrotan nuestros hospitales, la realidad es más compleja. La mayoría son residentes o descendientes de haitianos, y la idea de que cruzan la frontera en masa es un mito. Durante la pandemia, el flujo migratorio disminuyó, y el porcentaje de partos en hospitales permaneció constante. Además, estas mujeres son marginadas, con acceso limitado a educación y anticonceptivos, y su impacto en el presupuesto hospitalario está sobreestimado.

Contrariamente a la creencia popular, no somos el país que más ayuda a Haití. Nuestra ayuda tras el terremoto, fue la primera pero, fue modesta, y en cambio, en las ultimas dos décadas nos beneficiamos de un comercio desigual. Además, el trabajo de los haitianos en sectores como la agricultura y la construcción impulsa nuestra economía, aunque enfrentan condiciones laborales desiguales.

Los mercados en la frontera son vitales para la economía de los pueblos de la región fronteriza, es a la vez un trasiego de mercancías hacia Haiti que no paga ningún impuesto al gobierno haitiano.

Es hora de abandonar la arrogancia, no propagar odio y mostrar respeto hacia nuestros vecinos. Reconocer la verdad detrás de estos mitos nos permite construir puentes en lugar de muros.