Decía Pierre Corneille, considerado uno de los mejores dramaturgos del siglo XVII francés, que el tiempo es un gran maestro que arregla muchas cosas. Sabia reflexión que complementa nuestra convicción de que la sabiduría entra por los pies, con nuestro andar, las vivencias y los tropiezos.
En un luminoso ensayo escrito por Andy Rooney, ya fallecido y que solía estar en show de TV 60 Minutos de la CBS, un hombre con el don de decir mucho con muy pocas palabras, nos legó sus conclusiones de vida titulado «He aprendido»: «He aprendido que el mejor salón de clases en el mundo está en los pies de personas de avanzada edad. Que cuando estás enamorado, se demuestra.
Que con que una persona me diga “Me alegraste el día” me alegra el día. He aprendido que tener un niño que duerme en tus brazos es uno de los sentimientos mas pacíficos en el mundo. Que ser amable es más importante que tener la razón. Que nunca debes decir “No” al regalo de un niño.
Que siempre puedo orar por una persona cuando no tengo la fuerza para ayudarla de cualquier otra forma. Que no importa que tan serio te pide la vida que seas, todos necesitamos un amigo con el cual payasear. He aprendido que algunas veces todo lo que una persona necesita es una mano de la cual sostenerse y un corazón para entender. Que el dinero no compra la clase. Que son esas pequeñas y diarias cosas que pasan las que hacen la vida espectacular.
Que bajo todo caparazón o coraza dura se encuentra alguien que quiere ser apreciado y amado.
He aprendido que ignorar los hechos no cambia lo hechos. Que cuando planeas vengarte de alguien, solo estás permitiendo que esa persona continúe lastimándote. Que es el amor, y no el tiempo, el que cura las heridas.
Que la única manera para mí de crecer como persona es rodeándome de personas más listas que yo. Que cada persona que conoces merece ser saludada con una sonrisa. He aprendido que nadie es perfecto hasta que te enamoras de esa persona.
Que la vida es dura, pero yo soy más duro.
Que las oportunidades nunca se pierden, alguien más tomará aquellas que dejaste ir. He aprendido que cuando albergas amargura, la felicidad atracará en otro lugar. Que deseo haberle dicho a Mamá que la amaba una vez más antes de que falleciera.
Que uno debe mantener sus palabras suaves y tiernas, porque mañana quizás tendrá que comérselas. He aprendido que una sonrisa es una manera gratuita de mejorar tu apariencia. Que cuando tu nieto recién nacido sostiene tu dedo pequeño con su pequeño puño, estás enganchado de por vida.
He aprendido que todos quieren vivir en la cima de la montaña, pero toda la felicidad y crecimiento ocurre mientras la estás escalando».
Sabias palabras para iluninar y fecundar nuestras acciones siendo siembras de paz, luz y esperanza.