A fines del 1978, a través del patriarca revolucionario Eligio Antonio Blanco Peña (El Pay), conocí al agrónomo Hipólito Mejía a quien tengo gran admiración por la labor desarrollada al frente de la Secretaría de Agricultura. Posteriormente, supe de sus intenciones de postularse a la Presidencia de la República, pero ya me había comprometido -desde el año 1986- con el perfil del licenciado Hatuey De Camps Jiménez.
Inmediatamente hubo el pacto entre Hipólito y Hatuey para las votaciones del año 2000, comencé a trabajar incesantemente con mi equipo del Frente Deportivo del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), cumpliendo con una excelente jornada.
Al cumplir casi los cuatro años de su ejercicio gubernamental, recuerdo que, a principios de febrero del 2004, se hizo un acto de despedida a la delegación de los Tigres del Licey que defendería los colores patrios en la Serie del Caribe a realizarse en San Juan, Puerto Rico.
En esa ocasión, con el doctor Leonardo Matos Berrido a mi lado, le manifesté al entonces presidente de la República que, si no llegaba a un acuerdo político con ese veterano dirigente del Partido Reformista Social Cristiano, no podía contar con la victoria. Hipólito me dijo jocosasamente que el experimentado reformista había sido su embajador y que trataría de amarrar bien para que no se le fuera a ir con el doctor Leonel Fernández, por lo que procedería a reunirse con Matos Berrido al finalizar ese acto.
Llegado el año 2012, y teniendo de adversario al licenciado Danilo Medina, los peledeístas hicieron «capú y no te abaje» a Hipólito, por lo que todos llegamos a la convicción de que nuestro candidato cumpliría con su promesa de no dejarse engañar de los morados. El 22 de mayo, éste convocó a un acto en el hotel Jaragua con la intención de llamar a la desobediencia civil por el fraude electoral.
Con un encendido discurso, Mejía arengó a quienes estuvimos en horas de la mañana en el Comano de Campaña de la Alberto Larancuent y a las diez antes meridiano, los perredeístas estábamos preparándonos para lo peor. Supimos de llamadas recibidas por Mejía de parte de banqueros, influyentes comerciantes y empresarios, así como de importantes embajadores extranjeros, quienes manipularon la situación para meter en pánico a los familiares de éste para que ellos lo disuadieran y tuviera cuidado a la hora de hablar en el Jaragua. Cuando todos esperábamos que el Guapo de Gurabo honraría su promesa de combatir el fraude, nos dejó «oliendo donde guisan», lanzando un balde de agua fría y frustrando la posibilidad de que hiciera posibile una segunda vuelta electoral. Al día siguiente, el propio Mejía confesaría a varios amigos que temió hacer la proclama porque los organismos internacionales y muchos sectores nacionales lo responsabilizarían de un posible derramamiento de sangre.