El ultraderechista Javier Milei juró ayer como presidente de una Argentina al borde del colapso económico, que abre hoy un período de cuatro años matizado por la incertidumbre que emana un mandatario que al subir las escalinatas del Congreso, rehusó hablar con los legisladores a los que atribuyó culpa por la crisis.
Milei, quien derrotó con su partido Libertad Avanza, al peronista Sergio Massa, con el 56 % de los votos, ha prometido un recorte significativo en el gasto público y una reforma para reducir impuestos, así como una flexibilización en los ámbitos laboral, comercial y financiero.
Entre las propuestas más controvertidas del nuevo gobernante figuran la liquidación del Banco Central y dolarización de la economía, reducción de los fondos destinados a jubilaciones y pensiones y de los planes sociales, así como del número de ministerios y direcciones generales.
En su discurso desde las escalinatas del Congreso, el presidente Milei describió un panorama catastrófico sobre la economía de Argentina, que definió como la peor herencia jamás recibida por un nuevo gobierno, por lo que advirtió que “no habrá gradualismo” en la aplicación de lo que definió como “un ajuste brutal”.
Como si fuera poco, advierte que Argentina está sumida “en un baño de sangre”, que la crisis empeorará, por lo que la situación es de emergencia y amerita adoptar duras decisiones, al admitir que su gobierno no tendrá mayoría en el Congreso ni en las gobernaciones.
Uno de los últimos decretos del presidente saliente, Alberto Fernández, quien fijará residencia en España, dispuso que el Estado sufrague su seguridad personal en todo el mundo, aunque su sucesor lo acusa de llevar la economía a la bancarrota, con una inflación anual del 50 por ciento.
La asunción al poder de Javier Milei acentúa la división política en América Latina, con mandatarios que navegan sobre corrientes ideológicas opuestas, como los de Brasil, Colombia, Bolivia, Chile y México, de centro izquierda, y los de Argentina, Paraguay, Uruguay, Perú y El Salvador, de centro derecha.
Incapacidad para afrontar dilatadas crisis económicas y sociales han sido causa de cruentas crisis políticas en la mayoría de países del continente que dan como resultado cambios de gobiernos de izquierda o de derecha, drama pendular que ha signado la historia de inestabilidad y pobreza de América Latina.