Atención! ¡Atención! Podría ser una gran mentira. Al menos en el caso que nos ocupa. Un eufemismo para encubrir un bloque de dictaduras corruptas cuya agenda no se centra principalmente, ni siquiera en los intereses económicos que las unen, sino en su inquebrantable inclinación a marcar su territorio abusando del nepotismo como medio de enriquecimiento y protección.
Una versión voraz del totalitarismo que no deja espacio para personas o grupos fuera del círculo íntimo. Por lo tanto, quienes las encubren caen en la infamia de proteger, no la soberanía de un pueblo, sino la riqueza personal de un tirano.
El retrato anterior disipa cualquier duda sobre las dictaduras y regímenes atrincherados en esta región, que aspiran a permanecer en el poder bajo el pretexto de una misión «democrática y liberacionista», evidentemente abandonado tras la toma del poder.
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Estas afirmaciones se producen a expensas del bienestar de la gran mayoría, aplastada por estas tiranías, como lo demuestra claramente el exilio económico al que se han visto obligados.
¿Quién lidera este bloque? La respuesta tiene más de un nombre y faceta. Depende de los factores opresivos que prevalecen en cada país. Nicolás Maduro se lleva el premio por la imposición y monopolización del poder, cuyas cuestionables victorias electorales exponen su evidente ilegitimidad como presidente, a pesar de la libre voluntad del pueblo venezolano en las últimas elecciones.
En última instancia ilegítimo, Maduro, por supuesto, no tendría reparos en extender sus excesos a otros ámbitos, acciones por las que es altamente sospechoso y condenable. En este sentido, debe comenzar por cumplir con la voluntad, aclarar las dudosas circunstancias bajo las cuales fue restituido, o simplemente renunciar al poder, según corresponda.

